Quedan apenas dos semanas para que termine el plazo de traspasos en la NBA y todavía no se ha consumado ninguno, a expensas del primer valiente que se arriesgue a tirar la piedra y seguir mostrando la mano. Con esta atmósfera de carestía económica e inminente disminución de gastos - según el propio David Stern, se está sopesando la idea de disminuir el salary cap - da la sensación que los equipos prefieren mantener el "virgencita, que me quede como estoy", expresión propia del o de los que tienen miedo a arriesgarse a hacer algo que pueda ser fatal para sus intereses. Y efectivamente, de los rumores de traspasos mencionados en los mentideros/corrillos/medios de comunicación americanos, pocos tienen visos de cumplirse.
Nombres salen todos los días. Equipos también. Dilemas sobran: tirar la casa por la ventana, tirar la temporada por la ventana o permanecer en el bicarbonato - parafraseando a Gomaespuma. Traduzco: ¿merece la pena arriesgarse a realizar un traspaso por un tipo al que le quedan más años de contrato, cuando a la vuelta de la esquina está el famoso verano del 2010? ¿merecerán la pena los prospectos del draft del verano que viene? ¿seguro que voy a mejorar con un traspaso?
Desde luego los jugadores que aparecen con el cartel de trasferibles no son moco de pavo. Amare Stoudemire, Kevin Martin, Andre Iguodala, o incluso Ray Allen. En estos casos funciona también la técnica del globo-sonda. Lanzo una oda al sol, y si alguien recoge el guante, perfecto, hay tema. Si no, niego la mayor. ¿Traspaso? ¿Quién ha hablado de traspaso?
Todo parece estar encaminado a que alguien se lance, que alguien empuje la primera pieza del dominó, para que sigan cayendo las siguientes por propia inercia. Una espera que me encantaría que no se dilatara en el tiempo, que últimamente hay pocas cosas que contar allende los mares. A este ritmo vamos a terminar contando las mismas churrinoticias de otros "reputados" medios de comunicación.