Tal reconocimiento lo tenía una mujer cuya identidad permaneció oculta tras el sólido muro de Berlín desde que fuera asesinada en Auschwitz en 1944. Se llamaba Regina Jonas y había nacido el 3 de agosto de 1902 en la capital alemana, en el seno de una familia judía muy humilde. Sara y Wolf Jonas inculcaron a Regina y su hermano mayor Abraham una profunda fe religiosa que marcaría para siempre la vida de Regina y en la que encontró consuelo toda la familia cuando Wolf falleció de tuberculosis en 1913.
Regina estudió para ser maestra, profesión a la que habitualmente se dedicaban las mujeres, pero ella pronto descubrió que quería profundizar en sus conocimientos religiosos y llegar aún más lejos, convertirse en rabina. Para llevar a cabo su plan, Regina se matriculó en 1924 en la Academia de Ciencias del Judaísmo donde entró en contacto con hombres y mujeres con posturas liberales. En 1930 se diplomó como Profesora Académica de la Religión.
Dispuesta a cambiar las cosas, la tesis con la que obtuvo su diploma llevaba como título: ¿Puede una mujer ser rabino según la ley judía? La respuesta que ella dio en su tesis fue un rotundo sí. Durante cinco años estuvo dando clases de religión a niñas de Berlín mientras esperaba pacientemente que algún miembro de la comunidad judía con autoridad para hacerlo, la ordenara rabina. Algo a lo que muchos se negaron por miedo a romper con siglos de tradición. Hasta que Max Dienemann, responsable de la Asociación de Rabinos Liberales, decidió convertir el sueño de Regina en realidad.
Los siguientes años se dedicó a dar sermones en pequeñas congregaciones y a dar consuelo espiritual en comunidades y hospitales. Con el auge del nazismo, Regina Jonas, continuó en Berlín junto a su madre, y ayudó en diversas organizaciones judías.
A principios de noviembre de 1942, ambas mujeres fueron deportadas al campo de concentración de Theresienstadt donde continuó ejerciendo una importante labor como rabina junto a Viktor Frankl, un psiquiatra austriaco que ayudaba a sobrellevar la dura vida en el campo. Ambos trabajaron incansablemente para que los prisioneros no cayeran en la depresión y el suicidio. La vida de Regina Jonas terminó poco después de ser trasladada a Auschwitz a mediados de octubre de 1944. Pocos días después ella y su madre eran ejecutadas.
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