Como cada primavera, mientras a sus pies se desarrolla la actividad de las gentes que ahora se alegran con las bondades del tiempo, aquí arriba, también bulle la vida. Las cigüeñas están en sus nidos, decenas de vencejos ya arremolinan sus vuelos alrededor de la torre, los gorriones se agrupan en alborotados corros de celo, alguna grajilla grita a su paso, las palomas se arrullan y, sobre todo, ya chillan los cernícalos primillas.
En el corazón de la comarca pacense de Tierra de Barros, poblada de olivares y viñedos aparece esta ciudad, enroscada en el llano. Los suelos más fértiles por estos contornos dan los mejores vinos, y hasta cavas, en el suroeste español. Riqueza en sus campos y gente sencilla que sabe convivir con las aves que pueblan su patrimonio arquitectónico. Una ZEPA entre las cepas, una torre que llaman de los Almendros en medio de Almendralejo. Herencias culturales y fortunas naturales, riqueza de una tierra cultivada desde antaño.
El tesón de un compañero arropado por el grupo que él mismo fundó dio sus frutos. Más de setenta parejas de primillas anidan en los tejados de la parroquia de la Purificación y muchos de sus paisanos alzamos la vista al pasar disfrutando de sus cernidos y picados en el templado abril.
La primera Zona de Especial Protección de las Aves europea en medio de una ciudad te debe mucho, amigo Pepe Antolín.
ZEPA de la Iglesia de La Purificación
Almendralejo y su torre
Pareja de cernícalos primillas copulando
Parroquia de la Purificación
Torre de los Almendros |
Alrededor de la torre
La torre desde el oeste