La princesa Mononoke

Por Vicented @Elcineesnuestro

Nunca he sido muy de cine manga (o anime, todavía no me ha quedado claro), es más, me parecía cosa de niños o frikis. Con ello no quiero justificarme ni ser tan pretencioso como para vender objetividad. Más bien al revés, es la mirada de un profano en la materia que ha visto con escepticismo su primera película manga y le ha sorprendido gratamente. Esto no significa que me guste el género, claro está, de hecho me sigue costando un mundo sentarme a ver alguna, pero sí reconozco que, si rebuscas bien, puedes encontrar buena materia prima.
Para andar sobre seguro, busqué información sobre quien era el director con más prestigio dentro del mundillo y, entre algunos autores que ahora no recuerdo, surgía con fuerza el nombre de Hayao Miyazaki. Como el  quid estaba precisamente en apostar a caballo ganador, me decidí por él y una de sus películas mejor valoradas en Filmaffinity, La princesa Mononoke (1997), y ¡algo tendrá el agua cuando la bendicen!. Ashitaka, príncipe Emisi, ve como un jabalí endemoniado arrasa todo lo que encuentra a su paso y hace peligrar la paz en su aldea. Le dará muerte, pero sufrirá una herida que le causará una terrible maldición, por lo que deberá partir en solitario al lugar de origen del jabalí para encontrar una cura.

Unos bichitos muy salaos que aparecen en la peli

Estos primeros trazos apenas nos dan una vaga idea de la fábula ecologista que Miyazaki irá moldeando, una historia imperecedera sobre la destrucción humana de la naturaleza, capaz de transmitir de un modo muy sui generis el espíritu de las novelas de London o Kipling. El hombre, en su afán de enriquecimiento, y lejos de conformarse con lo necesario para su subsistencia, explota los recursos que le ofrece la tierra hasta el agotamiento, arrasa bosques, esquilma caladeros, seca ríos y socava yacimientos. Entonces, las fuerzas de la naturaleza se unen contra la falta de convivencia humana, lo salvaje surge con fuerza dando un golpe sobre la mesa, a sabiendas de que el colmillo y la garra no bastan ante el metal de las armas del hombre.
Es una historia bien narrada, con un particular misticismo que profundiza en ese sentimiento ecológico dándole otra dimensión, y de gran poderío visual, contiene excelentes escenas como la muerte del jabalí del inicio que, intuyo, son marca de la casa, y una galería de personajes a cada cual más pintoresco, como el espíritu del bosque y Okkotunoshi, el dios jabalí. Al que Miyazaki le sea familiar, puede que le resulte obvio ensalzar a La Princesa Mononoke, pero no por ello puedo dejar de terminar la entrada diciendo que es una gran película y no me dejó indiferente.