LA PRINCESA PRESUMIDA - Cuento corto

Por Dashira

En un gran castillo vivía una joven princesa que todos los días miraba en el espejo sus ojos verdes, su largo pelo negro y su cuerpo escultural. Era consciente de su belleza y le preocupaba mucho envejecer; por eso vivía obsesionada con ponerse cremas antiarrugas dos veces al día.


Hasta que un día cansada de las cremas y los tratamientos de belleza; llamó a uno de sus consejeros para que le diera alguna idea para no envejecer y éste le dijo:

_ Hay un árbol que a las 12:00 en punto de la noche, en su copa nace una hermosa flor blanca y aquél que logre agarrarla podrá pedir cualquier deseo y le será cumplido.

_ ¿Y cómo se llama ese árbol? _ preguntó la princesa.

_ ¡Es el bambú!_ respondió el joven consejero.

_ El bambú no tiene flores_ expuso entre dudas la princesa.

_ Sí que la tiene, pero es un gran misterio_ susurró el joven consejero.

_ Entonces llévame a ese lugar para pedir mi más anhelado deseo_ indicó la princesa.

Y así lo hicieron, cada noche montados a caballo iban al bosque y la princesa sentaba en el suelo no apartaba la vista del bambú para ver el nacimiento de la blanca flor.

Pero conforme iban pasando los meses la princesa se desesperaba y lloraba con la cabeza recostada en el tronco del bambú; porque a las 12:00 de la noche la blanca flor nunca aparecía.

El joven consejero viendo el sufrimiento de la princesa se acercó y con voz dulce le dijo:

_ Princesa, es hora de irnos al castillo.

_ No me quiero ir. ¿No ves que van pasando los años? ¡Me saldrán arrugas, me dolerá la cadera y no podré usar tacones; todo por la vejez! _ decía la princesa entre lágrimas.

_ No te preocupes por la vejez y si llega, acéptala de una manera natural dando gracias a Dios por todo lo vivido explicó el joven consejero.

La princesa guardó silencio por unos segundos y mirando al joven consejero le dio un beso pidiéndole que se casara con ella y vivir juntos todos los días de su vida, incluso en la vejez.

Autora: María Abreu

La gloria de los jóvenes radica en su fuerza; la honra de los ancianos, en sus canas. (Proverbios 20:29)