La política de Sánchez, aunque disfrazada de “social” por la propaganda de la izquierda, es un suicidio en toda regla.
El “sanchismo” no solo es un suicidio, sino que también es un anacronismo que agoniza en todo el mundo, donde la socialdemocracia está desapareciendo, víctima de sus errores, hipocresías y fracasos políticos y económicos.
Cuando las mayorías quieren que se defiendan las raíces culturales propias, Sánchez las diluye permitiendo que España sea invadida por cientos de miles de inmigrantes sin controles, muchos de ellos sin ánimo de trabajar y de integrarse; cuando los ciudadanos quieren menos impuestos y más austeridad pública, nuestro socialista hispano sube la fiscalizad y dispara el gasto; cuando el mundo clama contra los corruptos, España los mantiene en las listas electorales y no renuncia a ser el pais con más aforados que todo el resto de Europa.
La España que Sánchez construye y para la que pide el voto es un proyecto demencial, que navega contra las corrientes mundiales del verdadero progreso y apuesta por todo lo que ha fracasado.
Por eso, lo verdaderamente importante y crucial para España como nación es evitar que Sánchez y su locura, apoyada por golpistas de Cataluña, hijos del odio a España, proetarras y comunistas disfrazados de populismo, ganen las elecciones y condenen a nuestro país a una agonía decadente y trágica que superará en mezquindad y destrucción al Zapaterismo, de infausto recuerdo y de estragos inolvidables.
No importa demasiado quien gane con tal que no sea Sánchez y su coalición de enemigos de España porque cualquier otra opción, incluso las más osadas y contundentes, sera, sin la menor duda, menos peligrosa, dañina y demoledora.
Francisco Rubiales