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Es llamativa la reacción de la izquierda en algunos foros al hacerse oficial que hoy entra en vigor en Holanda la prohibición parcial del uso del burka, que será efectiva en edificios y transportes públicos.
La polémica que se plantea no es nueva. Desde que el Islam comenzó a llegar con fuerza a Europa con el beneplácito de la extrema izquierda, no han sido pocos los activistas izquierdistas que han enarbolado la bandera de la libertaden defensa del derecho de las mujeres musulmanas para vestir el burka en cualquier lugar.
Si bien no deja de ser chocante que sea la izquierda la que se erige siempre en defensa de las libertades, no lo es menos que pretenda salvaguardar esas pretendidas libertades en favor siempre de ciertos sectores, cuando a la hora de proteger a otros, a esos mismos “defensores” ni se les ve ni se les espera, o peor aún, se muestran decididamente en contra de que esos otros sectores sí puedan manifestar sus creencias.
En cualquier caso, la polémica está servida de nuevo, y a buen seguro se repetirá si algún otro gobierno europeo reúne el valor suficiente para dejar a un lado lo políticamente correcto y aprueba leyes parecidas a la que hoy comienza a ser efectiva en Holanda.
Y aunque es posible que en esta ocasión no sea una polémica excesivamente cruda, porque hasta los izquierdistas más furibundos guardan vacaciones en agosto y muchos de ellos no están para trolear cualquier noticia que no se ajusta a su particular concepto de la libertad, no me cabe una sola duda de que a la vuelta de las vacaciones, y si es conveniente para ciertos fines, esos mismos activistas que tratan continuamente de imponer cualquier costumbre o creencia que pueda solapar a la civilización judeo cristiana que tanto les molesta, retomarán la ley de prohibición del burka como instrumento de agitación con el silencio cómplice de los lobbies feministas y de género que jamás levantan sus voces para defender a las mujeres asesinadas por negarse a vestir un burka, o a los homosexuales muertos por el hecho de ser homosexuales.
Será que en agosto, hasta los “derechos humanos”, tal y como los entienden los partidarios del totalitarismo, también se marchan de vacaciones.
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