La protesta social

Publicado el 25 febrero 2013 por Polvoegallo

La protesta social –llamada también movilización, contestación, rebeldía o resistencia social, popular, cívica o ciudadana, entre otras denominaciones- es una manifestación de inconformidad frente a algo o alguien. Es así, entonces, como la gente puede protestar contra una norma, una decisión, una acción, una omisión, contra instituciones privadas, contra entidades gubernamentales locales, regionales, nacionales o internacionales; en fín, se puede y se debe protestar contra todo aquello que implique injusticia social (la esclavitud, la explotación, la represión, la discriminación, la segregación, la exclusión, la intolerancia y cualesquiera otras ignominias contra las personas, e incluso contra los animales irracionales.

Hay protestas contra los atropellos al medio ambiente, en defensa suya como tal y por el hecho irrefutable de que somos los humanos el componente más importante del mismo. Se protesta, pues, para reclamar, para exigir, para rechazar, para manifestar cualquier descontento; pero no sólo para decir “no”, para rechazar; sino, en algunas oportunidades, para decir “sí”, para aprobar.

Algo que siempre hay que tener bien en presente es que el derecho a la protesta es una Ley universal; es decir, todos tenemos el derecho de protestar.

Reprochables siempre serán, indefectiblemente, todas las clases de atropellos que se cometen en contra de las personas; como también, en todo momento de nuestra existencia, ha de ser repudiable que traguemos entero cuando lo que se debe hacer es hacernos sentir por medio de la protesta social, de la rebeldía popular.

Eso sí, hay que prescindir de creer que para exigir, para rechazar, para respaldar –entre otras acciones que hagan parte de la protesta-, necesariamente hay que acudir a la violencia; nada más lejano de la racionalidad, de la verdad. Si en determinado momento se protesta contra la violencia, resulta paradójico que se acuda a la violencia con ocasión de una protesta. La protesta es algo propio de nuestra condición como seres humanos.

Tenemos, reitero, el derecho y la obligación de luchar para poder adjudicarnos conquistas, pues los problemas no se solucionan por sí solos. Hablo de obligación independientemente de que me resulta claro que no hay norma que obligue a una persona a protestar. Cada quien es libre de hacer o no lo que se le antoje, sólo que siempre tendrá que atenerse a las consecuencias. Lo que quiero significar es que, aun respetando el libre albedrío, me enferma el alma que haya personas que cuando las circunstancias indican que hay que protestar para defender sus derechos, no lo hagan. Esto puede ser por temor a que las judicialicen, por miedo a los disturbios que eventualmente pueda haber, porque los agentes de seguridad del Estado las fichen y las hostiguen, o las desaparezcan; porque algo de fuerza mayor se los impide o porque, sencillamente, no les nace protestar. 

Como también hay muchas otras que no protestan por apelar al atenidismo. Es decir, son de las almas que actúan con oportunismo, con arribismo, diciendo: "Asunto allá, que sean otros pendejos los que pongan el pecho. Mientras tanto, yo me quedo aquí en Frescolandia, esperando los resultados fructíferos de esas luchas que hacen otros. Yo, luche o no luche, de todos modos me beneficiaré de lo que se consiga". ¡Qué tristeza!

La protesta social es, sin lugar a equivocaciones, una herramienta que nació con la Humanidad. Esto lo digo para que no piensen algunas personas que eso de protestar "es cosa que se inventaron hace unos cuatro, cinco, seis siglos, o unos cuantos años, algunos revolucionarios, unos revoltosos tira piedras". Es más, podría hasta decirse que la protesta (desde luego, no con la connotaciones de lo que hoy conocemos como protesta social) empezó desde cuando Lucifer se le rebeló a Dios por el poder, lo cual lo llevó a tentar a Adán y a Eva para que pecaran. Ese desobedecimiento del mandato de Dios también podría mirarse en cierta forma como un acto de protesta, guardadas las proporciones. La Historia, como primer acto de protesta social organizada, registra la conocida como "Rebelión Plebeya Romana", en 494 antes de Cristo.

Bien, hay múltiples testimonios de que la protesta siempre ha estado presente en la vida humana. No olvidemos que hasta los animales irracionales protestan, y tienen el derecho de hacerlo cuando sus derechos son vulnerados.