Y hostia puta con el libro. No, en serio, esas palabras lo describen muy bien, pero voy a ir por parte y, como siempre, empezaré con su argumento.
Callum Hunt ha crecido sabiendo que es un mago y que, llegado el momento, le harían la prueba para entrar en el Magisterium, la escuela de magia donde cualquier niño querría entrar. Sin embargo, Callum lo único que desea es suspenderla, pues su padre le ha advertido que el Magisterium no es el lugar maravilloso que se presupone, sino un sitio horrible donde ocurren cosas espantosas y es más que posible que provoque su muerte, al igual que provocó la de su madre.
Sin embargo, pese a los intentos de Callum, acaba siendo aceptado en Magisterium y se ve obligado a aprender magia junto a Tamara y Aaron. Pronto, Callum empezará a plantearse muchas cosas, pues ni la magia ni el Magisterium se ajustan a lo que le contó su padre. Es más, parece que las historias de su padre tienen muchos agujeros y que su insistencia por mantenerlo alejado quizás se debe a otros motivos... motivos que tendrían que ver con el propio Callum que, al parecer, por desconocer, hasta desconoce cosas sobre sí mismo. ¿Qué ocultará su padre? ¿Cuál es la verdad sobre Magisterium? ¿Conseguirá Callum sacar adelante el curso de hierro? Y, a todo esto, ¿las débiles alianzas con el mago que puso en jaque a toda la comunidad, El enemigo de la muerte, seguirán en pie?
Vale, ya sé que estáis pensado: escuela de magia, trío de personajes, El enemigo de la muerte... ¡Magik, esto es Harry Potter! Pues sí y no. Me explico. Es cierto que las autoras, Cassandra Clare y Holly Black, lo idearon como un fanfic de Harry Potter, así que, en líneas generales, hay ciertas semejanzas... que básicamente son las que he dicho antes.
Y es que, pese a eso, Cassandra Clare y Holly Black han conseguido que su saga tenga su propia personalidad y que, al leerlo, ni siquiera pienses en Harry Potter. Sí, hay un trío protagonista en una escuela de magia, pero ahí acaba todo el parecido. Tanto los personajes, como la escuela y, sobre todo, el uso de la magia es muy, muy diferente a la propuesta de J. K. Rowling.
Eso sí, La prueba de hierro peca de ser muy introductorio. Es verdad que toda la novela consiste básicamente en presentar tanto el mundo, como los problemas que vendrán luego, sin que haya una línea de acción demasiado definida. ¿Es eso aburrido? Para nada, puesto que la intriga se mantiene con las pistas que van guiando a Callum hacia ciertas preguntas que tienen que ver tanto con su persona como con el intrigante prólogo que da inicio a la novela y por todo lo alto, además. En serio, el prólogo de La prueba de hierro es uno de mis favoritos, sobre todo la frase final. Tiene mucho gancho.
Además, resulta muy entretenido ver a Callum adaptándose al Magisterium y dejando de ser ese bicho raro solitario que ha sido hasta ese momento. Las autoras saben establecer muy bien la amistad entre el trío protagonista, hasta el punto de que acabas cogiéndole mucho cariño tanto a los tres como a los lazos que les unen. En realidad, como han hecho otras veces en otras novelas, te van preparando para que sufras de lo lindo cuando te arranquen el corazón, como si fueran el sacerdote diabólico de Indiana Jones y el templo maldito.
Porque si La prueba de hierro es introductoria en líneas generales y también un poco predecible, la última parte del libro es todo lo contrario: las autoras se marcan tal giro de los acontecimientos que no puedes más que quedarte quieta en el sitio, alucinando y planteándote que, aunque mola mucho, en el futuro más a sufrir de lo lindo.
Que básicamente es lo que pasa cuando lees Cazadores de sombras, pero bueno.
En lo que respecta a la narrativa, está muy conseguida y tiene diálogos que, aunque a veces es difícil de creer que tienen niños de doce años (la edad de los protagonistas), molan mucho. Personalmente no pude evitar compararlos con los de Cazadores y no eran tan graciosos, pero, claro, estamos ante un libro donde los protagonistas son mucho más jóvenes, aunque, de nuevo, ese giro final haga que la historia supere ese tono más infantil que tiene en general.
Eso sí, el protagonista de Magisterium, Callum, es muy ingenioso y eso hace que sea el más gracioso de todo el elenco. También es el personaje con el que es más sencillo conectar y no sólo porque la narración, que está en tercera persona, se centre en él. Y es que Callum es un poco el marginado, el chico que no encaja en ningún sitio y su clara desconfianza hacia el Magisterium logra que te plantees si él tiene razón o son los demás o seguramente una mezcla de ambas cuestiones.
Después tenemos a una amplia gama de compañeros de Callum y maestros, en los que destacan Tamara y Aaron, que son los dos aprendices que están bajo la tutela del mismo maestro que Callum. Vamos, que los tres se ven obligados a trabajar juntos y eso hace que se vayan haciendo amigos. Aaron es un buen chico, alguien tranquilo y sensato, que siempre hace lo correcto y que tiene una vida de soledad a sus espaldas. La verdad es que Aaron me cayó bastante simpático, algo que no esperaba, pues esa clase de personajes siempre me acaban dando igual, aunque no en este caso. Tamara, por su parte, me resultó más interesante como personaje, ya que en ella pesa la perfección de sus hermanas, un secreto familiar bastante duro y tiene mucho carácter.
Y, aunque no suelo comentarlo, en esta ocasión tengo que destacar el gran trabajo de edición que ha llevado a cabo Destino. La prueba de hierro tiene una edición muy cuidada, también muy bonita; de hecho, me gustaron mucho los dibujos que había al principio de cada capítulo. Es algo que no se suele ver.
Por lo demás, lo único que me queda es señalar las ganas que tengo por saber cómo va a continuar la historia en el segundo libro porque, de verdad, que La prueba de hierro se queda muy, muy interesante.
El próximo lunes literario estará dedicado a... La noche del cazador de Nalini Singh.