España arrancó el partido en quinta. Cuando habían pasado tan sólo 6 minutos, la roja ya había dispuesto de tres ocasiones de gol, tan claras como desafortunadas para sus intereses; todas ellas desarticuladas por un Eduardo que estuvo excelso a lo largo del partido. Parecía que España tardaría poco en resolver sus trámites en octavos y obtener el pasaporte a cuartos, sin embrago Portugal, amparado en su juego defensivo, después del sacudón inicial, fue capaz de organizarse y llevar el partido al ritmo que quería: darle la pelota al contrario y encaramarse, hasta con nueve, en su área. Después lanzar la bola hacia arriba y probar suerte con uno de sus cuchillos afilados en punta. Momentos antes del pitido inicial, Queiroz jugó a ser payaso y declaró que su selección saldría a “atacar, atacar y atacar”. A los diez minutos se pudo ver que fue un chiste tan malo como mentiroso.
España despidió el primer acto con la mayor parte de la posesión del balón, con las revoluciones calmadas, con un sabor agridulce y con la espinilla del deber no cumplido. Reanudó el partido y se encontró con una selección de Portugal con el mismo guión: tú juega que yo me escondo. A estas alturas, Villa seguía incisivo en su nueva posición, donde parece sentirse bastante cómodo, pero aún falto de conclusión, Iniesta no se encontraba así mismo y Xavi tenía la brújula rota. Torres que hasta el momento había pasado prácticamente desapercibido, fue reemplazado por Llorente, esa torre de Pamplona. Pocos minutos le bastaron al gigantón para poner sus cartas en la mesa: un testerazo suyo, a quemarropa que para su desgracia le salió directo al muñeco, obligó al portero a volver a cuajar una intervención sobresaliente. Fue la primera que tocó y casi la mete: grande Fernando. El vasco le dio un toque de sabor diferente a la roja, Iniesta se sintió más suelto y Xavi empezó a controlar el tráfico. Fue así como de una pared entre él y el manchego nació el gol pasaporte. Tocó y devolvió entre un mar de piernas portuguesas, Don Andrés dibujó un pase en un cráter para Xavi. La calculadora con patas no se lo pensó y dejó solo a Villa ante Eduardo, después de una especie de tacón en apuros. El guaje, todo corazón y calidad, remató primero con la izquierda, la bola no entró y le volvió a quedar en los pies, esta vez tiró con la derecha, incómodo, suspenso y gol.Era el primer tanto que encajaba el portero portugués en lo que va de copa, mala suerte porque fue lapidario: fue el primero y el último, porque ese tanto lo devolvió a casa.
Con Portugal noqueado, España intentó darle el tiro de gracia pero no pudo. En los minutos en los que moría el partido, los lusos intentaron imprimirle orgullo al encuentro, desajustaron su férreo sistema defensivo, pero ya era muy tarde, Puyol y Piqué los esperaban en la retaguardia, listos para soportar los últimos coletazos del agonizante vecino. La roja esta vez fue más compacta, en algunos momentos hizo recordar a la campeona de la última Eurocopa, volvió a triangular a tocar y a gustarse, aunque no lograse abultar más el marcador. Esta vez no perforó el arco contrario en repetidas ocasiones, aunque oportunidades tuvo, porque esta vez con un tiro fue suficiente.