El inicio de esta larga aventura lectora hay que situarlo en mi hijo mayor, Rubén, quien después de terminar La puerta de los tres cerrojos, de Sonia Fernández-Vidal, decidió regalárselo a su hermano Álvaro. Una vez leído por éste, opinó que sería una estupenda idea que yo lo leyera en voz alta por las noches, para que su hermano menor, Jorge, también conociese la historia. El resultado final es que los cuatro (padre y tres hijos varones) nos hemos adentrado sucesivamente en la historia, que nos ha fascinado de forma unánime. Y miren ustedes que es raro, porque el libro de esta joven profesora (quien imparte clases en la Universidad Autónoma de Barcelona) tiene como objetivo poner la física cuántica en el epicentro de una narración para niños. Sí, han leído bien: la física cuántica.
Durante quince noches, hemos acompañado a Niko, el humano que ha logrado adentrarse en un mundo de quarks, neutrinos, superposiciones, paradojas sobre la velocidad de la luz, gatos de Schrödinger, agujeros negros y experimentos de tuneleado; pero también de hadas, elfos, espectros malévolos, persecuciones y amores no confesados. Con la ayuda de unas explicaciones muy inteligentes y con el añadido de acertijos ingeniosos, Sonia Fernández-Vidal consigue que incluso los lectores de menor edad acierten a comprender (o al menos lo hagan de forma superficial) los entresijos más enrevesados y deslumbrantes de la física moderna.
Un libro estupendo. Muy recomendable.