Como si se tratara solo de la reafirmación de algo que ya saben, pero que quieren volver a oír. Ni una sola mañana me han contestado que no querían ir. De hecho, salen jugando y riendo al descansillo, esperando el ascensor. Bajan corriendo y subiéndose a los escalones y los poyetes que hay en el portal. Y recorremos el camino al colegio de la mano, charlando. Viendo la 'casa rota' que hay donde antes estaba el edificio de la farmacia, o saltando del tocón de árbol que hay antes del semáforo. Esperando pacientemente al 'verde' para poder cruzar. Contando los colores de los coches que vemos pasar o de los graffitis de la tapia. Y escuchando la sirena que suena cada mañana más o menos cuando doblamos la esquina del cole. O cuando nos acercamos a la puerta del cole...
Así es todo mucho más fácil.
¡Que la Fuerza os acompañe!