La puta vergüenza de los desahucios
Publicado el 14 noviembre 2011 por Masquecine
Esta mañana salí de mi casa sobre las 10 de la mañana camino al trabajo. No pude andar por las calles de mi barrio puesto que medio centenar de policías nacionales impedían la circulación de vehículos y personas entre la calle San Bernardo y la calle Acuerdo. Pregunté a un policía los motivos por los que habían tomado el barrio. Quizá el hijo bastardo de Bin Laden se ocultaba en mi calle. “Operación policial en marcha” contestó con desdén y sin mirarme el oficial. Conté hasta quince lecheras distribuidas estratégicamente a lo largo de dos o tres calles y me encontré otra en camino a la altura de San Bernardo. Llegué a mi trabajo y pregunté si pasaba algo en Madrid, si ETA había roto la paz, si algún loco noruego se había armado y disparaba a escasos metros de mi calle. Nada de eso. Horas después descubrí el motivo que había juntado a tanto uniforme en las calles aledañas a mi hogar. El motivo era un desahucio. No uno cualquiera, uno que el 15-M había frenado en dos ocasiones y que tenía que cumplirse hoy sí o sí. El desahucio de Victoria, una señora de 84 años enferma de cáncer y de su hijo de 55 años que tiene una discapacidad que le impide trabajar. La señora ni se encontraba en casa, estaba en el hospital. Su delito fue no pagar 5.000 euros de una renta de 250 euros de alquiler al mes de la casa en la que vivía desde hace medio siglo. Que hubiera pagado religiosamente durante cuatro décadas no sirvió de nada. Los propietarios se han negado a negociar la deuda, prefieren echarla y alquilar esa casa por precios del mercado actual.
En dos ocasiones anteriores la plataforma de Afectados por la Hipoteca y miembros del 15-M habían frenado el desahucio, en esta ocasión Victoria no quiso notificar a la plataforma la nueva fecha de desahucio, se había cansado de luchar, nadie tiene ganas de luchar por el suelo cuando el cáncer te come a los 84 años.
Hoy Malasaña ha perdido una vecina que no morirá en su cama, pero Madrid ha perdido la vergüenza, el orgullo y la dignidad. Han ganado los bancos. Otra vez.
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ALFONSO CARDENAL