Un conductor mata imprudentemente a un peatón y la familia recibe una indemnización, quizás, de 80.000 euros, mientras que la auxiliar de enfermería que sufrió el ébola por su propia imprudencia, Teresa Romero, exigía 150.000 euros por el sacrificio de su perro peligroso, Excalibur, que no se sabía si tendría también la enfermedad.
Acaba de denegárselos el Tribunal Superior de Justicia de Madrid.
El caso ocurrió en otoño de 2014. Romero tocó a un misionero moribundo sin la precaución que, al margen de protocolos, debía mantener: con un tic nervioso habitual en ella se llevó luego la mano a la cara y se contagió, según los informes médicos.
Esperando presentarse a unas oposiciones para ser trabajadora fija ocultó durante días el percance hasta tener fiebre alta, pero entre tanto podía haber contagiado, al menos, a una doctora que la reconoció, a las peluqueras que la atendieron, y quizás al perro.
Al marido no, porque astutamente ambos tomaron precauciones y por si acaso dejaron de rozarse desde el primer momento.
Finalmente la curaron sin coste, como a todo el mundo en España aunque no se sea español: esta es la Seguridad Social, la de este denigrado país del “tercer mundo”.
Mientras, moría una enfermera estadounidense contagiada como ella en un hospital por un enfermo, también de ébola, que pese al Obamacare tuvo que pagar 500.000 euros por el tratamiento que resultó inútil.
Excalibur, un macho de 11 años American Stafford, catalogado como de raza peligrosa, quedó solo en casa varios días hasta que los sanitarios decidieron sacrificarlo por el peligro que representaba su agresividad natural y para evitar hipotéticos contagios.
El matrimonio humanizó al perro, “nuestro único hijo”, y calentó a las turbas: centenares de animalistas furiosos azuzados además por Podemos llamaban asesinos, agredían y pedían matar a bomberos y veterinarios que fueron aplicarle la eutanasia.
Sus manifestaciones y las ganas de aumentar la bulla de numerosos medios informativos, especialmente del duopolio televisivo, Cuatro y La Sexta, avivaron más a los animalistas y llenaron de razones al matrimonio para exigir la indemnización.
Los más extremistas siguen reclamando la guillotina que tanto evoca Iglesias Turrión para las personas que libraron el país de ese peligroso animal: algunos animalistas están transmitiéndose y contagiándose una enfermedad canina terrible y agresiva, la rabia.
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SALAS