La rabieta del extremo centro

Publicado el 24 junio 2016 por Francisco Francisco Acedo Fdez Pereira @Francisacedo

Ese inhumano artefacto capitalista y neoliberal llamado Unión Europea ha sufrido un duro impacto en su línea de flotación. el Reino Unido, como dije ayer, ha decidido irse por la puerta grande. No nos engañemos, un proyecto que ignora pueblos, ciudadanos y culturas y protege mercancías y capitales es un gigante con pies de barro. Gran Bretaña salvó a Europa de la tiranía napoleónica, basada en un desviado concepto de la Revolución Francesa, y ahora libra la primera batalla para salvarnos del yugo de los mercados de Bruselas. Nada mejor podría haber ocurrido. Es hora de despertar y sacudirnos las cadenas de esa maquinaria inhumana.
En una sociedad habituada a la inmediatez, ya hoy se plantean todo tipo de cuestiones y campan profetas por todas partes agorando las catástrofes más apocalípticas. El extremo centro ha puesto en marcha su maquinaria de partidos políticos y medios de comunicación para meter al ciudadano de a pie el miedo en el cuerpo. Culpan a sus aliados de la extrema derecha de ser los responsables de la salida del Reino Unido y muestran los rostros sonrientes de los representantes de la peor xenofobia de cada casa como el diablo como obscuros cómplices de una conspiración internacional que ha hecho que el racismo sea el culpable del brexit, unido al populismo, saco en el caben todos sus demonios particulares. si una vez se creó el fantasma de la conjuración comunista y masónica, hoy se inventa la del racismo y la radicalidad. La búsqueda de culpables, las teorías conspiratorias y la simplificación, el peor de los combinados para mandar mensajes machacones a la sociedad y no hacer ver con perspectiva la situación.
Al extremo centro no le importa un bledo la democracia y lo está demostrando. Las urnas sólo convienen cuando los resultados satisfacen al sistema, pero lo cierto es que este referéndum ha sido convocado por un gobierno que lo ha perdido, que ha respetado la voluntad soberana de los ciudadanos y cuyo Primer Ministro ha dimitido en un ejercicio que en España sorprende, pero que es lo mínimo que puede hacerse cuando alguien no tiene miedo de consultar al pueblo y el resultado es la negativa a lo que se defiende. No ha perdido Cameron, no ha perdido el sí, ha perdido Bruselas y quien debería haber dimitido esta mañana sería Juncker reconociendo que el proyecto de la Unión Europea no funciona y que hay que replantearse todo desde la base.
Se intenta confundir dos términos que no son ni mucho menos idénticos, Europa y Unión Europea, el primero cultural y civilizacional y el segundo económico y estratégico. Se cargan las tintas sobre la peculiar idiosincrasia del pueblo británico, como si eso fuera una novedad, pero nadie se para a pensar en qué une a un español y un sueco, a un portugués y un húngaro o a un griego y un luxemburgués. Mientras no se respete la identidad propia, y se garantice la diversidad dentro de la unidad, siempre y cuando ésta se base en la libre decisión de los pueblos, mal vamos. Me temo, en cualquier caso, que los españoles no somos los más idóneos para hablar de vertebración territorial. 
Me preocupa el menosprecio al pueblo soberano, el achacar el no a la ignorancia y la intolerancia, el poner en duda un sistema democrático impecable como es el británico, que tiene a sus espaldas siglos de parlamentarismo, que se ha ido adaptando y que ha dado como fruto que desde el siglo XVII no hayan tenido necesidad de un proceso político revolucionario, y que pueden dar lecciones al Continente, que lleva desangrándose milenios en guerras y revoluciones, moviendo fronteras, viendo morir una tras otra a generaciones de jóvenes y que ahora se ha dado cuenta de que es menos doloroso exportar la guerra, aunque los resultados de esa política se estén volviendo en nuestra contra. Sólo se ven en las televisiones ciudadanos británicos avergonzados y quejosos, mientras que todavía no he visto a ninguno que haya votado por la salida. Manipula, que algo queda y más en una tierra como ésta, en la que las noticias internacionales tienen un seguimiento mínimo y pocos conocen la realidad de otros estados.
En este panorama dantesco que el extremo centro intenta dibujar ya se habla de la desmembración del Reino Unido. cierto es que Sturgeon, la Primera Ministra escocesa ha puesto sobre la mesa la posibilidad de un segundo referéndum en Escocia, tras la victoria del sí por un 68%, pero que estimo no tendrá muchos visos de materialización inmediata. En Irlanda del Norte, donde el sí ha ganado por un 55% Kirney, líder del Sinn Fein ha declarado que el panorama ha variado, y cierto es. Puede ser que a medio plazo se convoquen, pero imagino que las condiciones de que Isabel II siga siendo soberana en esos territorios y que permanezcan en la Commonwealth seguirán en pie, en caso de celebrarse, pero hoy es precipitadísimo hablar de ello.
Mi posición sobre la Unión Europea la llevo publicando en diversas publicaciones y medios desde 1996, con lo que sólo hay que tirar de biblioteca o hemeroteca para ver cuál ha sido siempre mi postura, que no es otra que la que sigo defendiendo. Gran Bretaña ha ejercido su soberanía, ha decidido libremente cuál quiere que sea su futuro y no cabe otra opción que respetarla porque eso son la democracia y el concierto internacional. Si en vez de ella hubiera sido otro territorio el que quisiera separarse de donde fuera ya estarían las presiones e injerencias extranjeras al acecho, pero contra ella y la Commonwealth nadie se atreve.
La rabieta del extremo centro, el desplome de las bolsas (que estimo tiene mucho de factor intencionado), las campañas mediáticas que están promoviendo no son sino una rabieta de ese neoliberalismo al que le ha salido el tiro por la culata. Hay que sacar lecturas positivas, no ha perdido el sí, ha perdido Bruselas; no hay que tener miedo a votar libremente, sin miedo y sin presiones, ni externas ni internas; las campañas electorales sirven de muy poco porque el pueblo sabe lo que quiere; que las encuestas se confunden, y mucho; que una Unión Europea debe construirse sobre los pueblos y no sobre los mercados; y que necesitamos recuperar la calma o intentar no perderla porque harán falta entre dos años y una década para que la salida se consume. Ahora es el momento de demostrar que se confía en la democracia y se cree realmente en ella.