Una interpretación muy buena que he leído de los acontecimientos que llevaron a la caída de Sukarno en 1965 apunta a que desde la independencia tres fuerzas habían estado rivalizando por hacerse las riendas del país: el Ejercito, el PKI y el Islam. Sukarno había sabido manejarlas con habilidad, ganándose el título del “gran titiritero”. Sin embargo, a medida que avanzaba la década de los sesenta Sukarno empezó a apoyarse más y más en el PKI. Así se llegó a los confusos sucesos de septiembre de 1965, sobre los que todavía hoy es mucho lo que se ignora. Los sucesos de septiembre de 1965 provocaron la caída de Sukarno y una matanza de miembros del PKI, que se estima que dejó al menos medio millón de muertos. Desde aquel día el PKI dejó de ser una fuerza a tener en cuenta en Indonesia.
Suharto, el general que sucedió a Sukarno, tuvo claro que a él no le pasaría lo que a Sukarno. Estableció lo que denominó el Nuevo Orden, que consistía básicamente en que en Indonesia mandaba él y punto pelota. El Pancasila, tan vago como buenista, se convirtió en la hoja de parra ideológica del régimen. En cuanto a las dos fuerzas que habían quedado en pie tras el exterminio del PKI,- el Ejército y los militares-, Suharto se encargaría de que fuesen sumisos y obedientes.
La reacción de los musulmanes tradicionalistas, abangan, y de los modernistas, santri, fue muy distinta. El Nahdlatul Ulama, anticomunista, ofreció en los primeros años un apoyo social muy importante al régimen. Sin embargo para finales de los sesenta empezó a ponerse pesadito con su petición de que se reinstaurase la Carta de Yakarta. Suharto quería una sociedad despolitizada y a comienzos de los setenta metería en vereda al NU.Los musulmanes reformistas llevaron peor la llegada del Nuevo Orden. Masyumi había sido perseguida y finalmente disuelta en los últimos años de Sukarno. Los reformistas entendían que sus sacrificios merecían una recompensa. Ahora que sus rivales del PKI habían desaparecido de la escena, había llegado su momento… pero su momento no llegó. Suharto no les dio el papel preponderante que creían que les correspondía. Frustrados y a la vez alarmados por las conversiones al cristianismo, los principales líderes del partido, entre los que se contaba el más influyente de todos, Mohammed Natsir, estimaron que la vía a seguir era la de la islamización de la sociedad indonesia, antes de plantearse nuevas batallas políticas, y se dedicaron a la enseñanza y el proselitismo. El vehículo que escogieron fue el Consejo de Predicación del Islam Indonesio (Dewan Dakwah Islamiyah Indonesia-DDII). Las ideas del DDII pueden resumirse de una manera sencilla: una empanada mental. Defendían la democracia occidental frente a los estilos dirigistas de Sukarno y Suharto, los esfuerzos de los misioneros cristianos les ponían de los nervios y en términos doctrinales miraban a Oriente Medio y especialmente a Arabia Saudí. Una característica del DDII que influiría en su evolución futura fue su disposición a abrirse a las redes islamistas internacionales.Algunos líderes se segunda fila de Masyumi optaron por mantenerse en política y crearon en 1968 Parmusi, el Partido de los Musulmanes Indonesios. Como era de esperar, Parmusi defendía el Islam reformista y abogaba por el restablecimiento de la Carta de Yakarta. Privado de líderes del prestigio de los que se habían retirado de la política, Parmusi era un tigre sin dientes ni zarpas. Llegó al extremo de dejar que a comienzos de los setenta Suharto le impusiera como líder a Mohamed Syafaat Mintaredja. Parmusi concurrió a las elecciones sin pena ni gloria y en 1973 fue uno de los partidos que Suharto forzó a unirse en el PPP.Para comienzos de los setenta, Suharto se sintió lo suficientemente seguro como para decirles a los musulmanes indonesios cómo deberían organizarse políticamente. El remedo de democracia que se le ocurrió a Suharto se fundaba en tres partidos. En primer lugar estaba el Golkar, que era como el Movimiento Nacional del tardo-franquismo, una amalgama de altos funcionarios y paniaguados que siempre ganaba las elecciones. Frente al Golkar competían con más moral que el Alcoyano, el Partido Democrático Indonesio (PDI), que agrupaba a cinco antiguos partidos nacionalistas, y el Partido Unido del Desarrollo (PPP, según sus siglas en indonesio), nacido de la fusión a punta de bayoneta de cuatro formaciones islámicas (Nahdlatul Ulama, Parmusi, Partido de la Unión Islámica Indonesia y Movimiento Educacional Islámico). El PDI y el PPP estaban llamadas a ser meras comparsas que debían concurrir a las elecciones simplemente para que darles un poco de colorido y que nadie pudiese decir que el régimen indonesio era un régimen de partido único. Suharto fijaba sus márgenes de actuación y llamaba al orden a sus líderes si exhibían demasiada libertad de espíritu. El intervencionismo de Suharto llegó tan lejos que acabó forzando al PPP a sustituir su ideología islamista por la Pancasila y le prohibió el uso de símbolos islámicos. Hace falta un dictador para tener un partido islamista que no puede abogar por el Islam. En todo caso, si lo que quería era ponerle puertas al progreso del Islam modernista, se estaba equivocando de objetivo.Tal vez políticamente el Islam estuviese emasculado, pero a nivel social todavía podía dar guerra. En los años setenta se marcó algunas victorias frente al régimen por la simple vía de la presión de la calle. En 1974 forzó al gobierno a dar marcha atrás en su reforma del matrimonio civil, que, entre otras cosas, iba a obligar a que los matrimonios musulmanes debieran inscribirse en el registro para ser válidos, dificultaba la poligamia y permitía los matrimonios de musulmanas con no-musulmanes. En 1978 también la presión de los grupos musulmanes logró frenar los planes del gobierno para reconocer a la espiritualidad javanesa el mismo status que a las cinco religiones reconocidas (Islam, cristianismo, budismo, hinduismo, confucianismo), así como que se prohibiera el proselitismo misionero cristiano. Dice mucho de la concepción que Suharto tenía del poder que cediera. Mientras no se atacase las bases de su poder político ni se interfiriese en sus intereses económicos, podía ceder en temas que le parecían menores.