La ratonera, de Agatha Christie

Publicado el 12 diciembre 2016 por Rustisymustis @rustismustis
La ratoneraAutora: Agatha Christie
Traductores: Manuel Broncano y Alberto Fuertes
Editorial: EdelvivesISBN: 9788431690908
Páginas: 118
Tras haberse cometido un asesinato en Londres, el sargento de policía Trotter se presenta en un pequeño hotel alejado de la capital y aislado por la nieve para advertir a sus moradores que el asesino está a punto de llegar con el propósito de cometer otro crimen. Nadie parece dar crédito a las palabras del agente, pero, cuando uno de los huéspedes es asesinado, todos comprenden, alarmados, que el criminal se encuentra ya en el hotel y debe ser uno de ellos... De hecho, algunos personajes se comportan de un modo extrañamente excéntrico y casi todos tienen algo que ocultar, un pasado con experiencias traumáticas que los atormenta hasta el punto de convertirse en una carga demasiado pesada. (Sinopsis de la editorial)
He leído La ratonera, de Agatha Christie, a través de esta edición de Edelvives en su colección "Aula de literatura", orientada hacia el público juvenil. Por esta razón, y aunque no puedo dejar de mostrar que mis impresiones son debidas a mis muchas lecturas previas de esta autora, trataré también de comentar los valores que este tipo de teatro puede aportar a un adolescente.
La ratonera es la obra teatral más representada de la historia, con un éxito enorme de público desde los años 50 tanto en su tierra de origen, Reino Unido, como en el extranjero. Pocos autores son capaces de lograr los números mareantes que se manejan cuando hablamos de Agatha Christie; pero es que esta mujer supo dar con las claves de lo que el público necesitaba en cada momento y, sobra decirlo, no sólo en sus novelas y relatos, sino también en los textos teatrales, ha sido capaz de contener pequeños resortes universales que no han dejado de pasar de moda con el tiempo. En este caso, Christie opta por la estructura clásica del texto teatral, sin mayores estridencias: tres actos configurando un resultado que en el plano textual es muy breve y de lectura rápida, dejándose de todas formas todos los detalles reflejados en las acotaciones. Resulta, finalmente, una obra en la que se palpan muchas de las características más representativas de la literatura de la gran dama del crimen. La ambientación que se describe es puramente realista, contenida toda ella en una mansión inglesa durante los años 40: Monkswell Manor, edificio convertido recientemente en casa de huéspedes, es abierto por los señores Ralston quienes, durante una fría noche de invierno, abrirán por primera vez su establecimiento para recibir a los huéspedes.

Agatha Christie


Como habitualmente sucede en muchas novelas de Christie, el espacio elegido forma parte protagonista de la historia que se cuenta: en este caso, y aunque frente a los lectores (público) solamente veremos la entrada y uno de los salones de la casa, a través de los movimientos de los personajes y de sus conversaciones nos haremos un pequeño mapa mental del edificio, esencial en nuestras pequeñas pesquisas a lo largo de la trama. El momento elegido además, una noche helada de invierno durante la cual la fuerte nevada provoca corte de carreteras y aislamiento en algunas zonas, contribuye a presentar Monkswell Manor como una pequeña jaula en la que los dueños del hotel y sus huéspedes se verán irremediablemente atrapados. De algún modo, y hasta que se produzca el aislamiento definitivo, el único contacto que tendremos con el exterior será el sonido de la radio, el teléfono y, en cierto modo, el personaje del sargento Trotter, pues se incorpora a escena más tarde que todos los demás y se convierte en el mensajero que explica las terribles noticias: las investigaciones para esclarecer el asesinato de una mujer han llevado a la policía a fijarse en este lugar, en el que se cree que el criminal se esconde. A partir de ese momento, comenzarán las habituales sospechas, los secretos desvelados paulatinamente y las confusiones de personalidades, al tiempo que se acelera nuestra lectura por el deseo constante de saber. Todo ello, de nuevo en un guiño a una de las técnicas preferidas de la autora, decorado con la canción infantil "Tres ratones ciegos", una típica melodía inglesa que preludia los acontecimientos de la historia y los dota de un carácter aún más macabro.
La edición de Edelvives, cuidadamente ilustrada, de letra grande y acompañada de una ligera introducción y una pequeña guía de lectura final, está pensada para la lectura juvenil de un texto perfectamente apreciable por los jóvenes entre 13 y 18 años. Cabe pensar en esta obra teatral como un primer acercamiento al género de los detectives pues, he de reconocer, a quien lleve en su mochila un gran bagaje de lecturas "criminales" y, sobre todo, pertenecientes a esta autora, la trama puede resultarle descafeinada por la similitud con otras historias y el conocimiento de muchos resortes y giros argumentales. Sin embargo, es obvio que los jóvenes no acostumbrados a esta narrativa encontrarán un libro muy sencillo y rápido de leer, un auténtico "page-turner" que funciona en cualquier momento en que se lea, algo que aseguran las innumerables representaciones del mismo que se han realizado a lo largo de la historia. No son esenciales las cuestiones presentadas en la guía de lectura, pero sí resultan buenas ideas para algún profesor inteligente que sepa emplearlas como base para un pequeño análisis junto a los alumnos. Al menos, a través de ellas, se pueden comprender los mecanismos básicos del texto teatral, los medios narrativos de creación de suspense y las posibilidades representativas.
Una buena propuesta para amantes del género pero, sobre todo, para quienes desean una historia agradable y rápida que llene una de esas frías tardes que tantas veces nos piden un libro, una mantita y un té inglés.