Cuando el Papa Francisco convocó a los dos últimos Sínodos sobre la familia ( uno extraordinario, en dos mil catorce; otro ordinario, en dos mil quince) muchos se sorprendieron de que el cardenal italiano Ennio Antonelli, presidente emérito del Pontificio Consejo para la Familia, no fuera invitado.
Durante los mismos y tras la publicación el ocho de abril del dos mil dieciséis de Amoris Laetitia ( La alegría del amor), la segunda exhortación apostólica de Bergoglio, el cardenal italiano no cesó de referir en diversos medios su temor sobre la posibilidad de que el pontífice argentino llegara a permitir algún tipo de absolución para que divorciados o separados viviendo en una segunda unión pudiesen comulgar.
Afortunadamente para él, y para la ortodoxia católica, la doctrina sigue como siempre: quiénes viven una segunda unión están en pecado mortal y por tanto no tienen lícitamente derecho a comulgar.
Es interesante leer entre líneas y descubrir el origen del pensamiento de Antonelli -y quizá, de muchos teólogos católicos- que va más allá de asuntos meramente de fe.
Si se legislara dentro del Derecho Católico a favor de la comunión a separados/divorciados se perdería por tanto el sentido de la indisolubilidad de matrimonio.
Hipotéticamente, pues, se abriría una puerta de misericordia pero se perdería un cimiento clave y fundamental dentro de los estatutos vaticanos.
Y, para rematar, e incluso más importante aún, se perdería la relevancia de la celebración misma del sacramento fragmentando por ende las bases doctrinales.
Es decir, el matrimonio como tal - no olvidemos que es uno de los siete sacramentos de la Santa Madre Iglesia, y por tanto una gracia divina- carecería de total sentido ya que pasaría a ser un ritual meramente social, manipulable al antojo de los fieles ( perdiendo el control la Jerarquía) y por tanto desechable.
De esta manera la Iglesia, la institución, tiene poco que ganar aceptando la recepción legítima de la Eucaristía a personas con una segunda unión que manteniendo su postura actual y centenaria.
La indisolubilidad es algo que no puede estar en tela de juicio ni convertirse en una práctica común ( al menos, claro, que inyectes un poco de dinero al Vaticano -por eso es importante mantener el control de la indisolubilidad dentro de la Jerarquía-) y por tal el sueño de que las personas en unión libre o con una segunda nupcial civil de poder comulgar con la conciencia tranquila no deja de ser, al menos hasta ahorita, una utopía.
amoris laetitia, la alegría del amor, divorciados vueltos a casar, comunión a divorciados
Artículo de referencia: Chiesa