Mientras estamos estudiando el hecho de la revelación de Dios al hombre, es importante meditar en la parte que tiene el hombre mismo en ella, y bajo qué condiciones Dios se revela a él. El hombre, hecho a la imagen de Dios, tiene la facultad de razonar, lo que le distingue de los animales y le acerca a su Padre celestial (Génesis 1:26–28; Deuteronomio 3:9). El Creador trata a sus criaturas conforme a la razón, y quiere que ellas siempre usen las facultades que él les dio.Vemos que aun con los pecadores Dios apela a su facultad de razonar. El les llama: “¡Venid pues, y razonemos juntos, dice el Señor!” (Isaías 1:18, Versión inglesa King James). El pecado no es razonable, sino que es una locura, un extravío mental. El hijo pródigo estaba fuera de sí hasta que volvió a su padre (Lucas 15:17). Cuando el salmista consideró sus caminos, él también volvió a Dios (Salmo 119:59). Llamando y hablando al cristiano también, Dios apela a su razón al exhortarle al culto racional (Romanos 12:1).La razón del hombre, usando las facultades que Dios le otorgó, ha considerado los argumentos que pusimos en una lista en el capítulo 2 y se ha asegurado de que Dios existe, y que es santo y benévolo hacia todos. Pero eso no satisface al hombre que siente en sí el anhelo de acercarse más a Dios y conocerle mejor. Con más meditación él ve que es razonazle creer en una revelación divina milagrosa, porque:(1)Es posible, en vista de la omnipotencia de Dios.(2)Es probable, en vista de su bondad y sabiduría.(3)Es creíble. Aparte de la Biblia (la verdadera revelación divina) vemos que en todas las edades los hombres han estado listos para creer en revelaciones supuestas, tales como los libros sagrados del Oriente, el Corán, el libro de Mormón, Ciencia y Salud, etc. Todo manifiesta el deseo innato de la humanidad para recibir revelaciones de Dios.(4)Es necesario, en vista de la impotencia e ignorancia del hombre, y sus profundos deseos espirituales.El libro de Job, escrito por Moisés unos 1.500 años antes de Cristo, describe algunos acontecimientos probablemente 500 años antes de su tiempo, es decir, dos mil años antes de Cristo. Ese libro es de sumo interés para el estudiante de las evidencias, porque describe la vida, los pensamientos, la actitud y los anhelos de los antiguos en los siglos cuando no había revelación escrita de Dios. Hemos notado sus clamores en el capítulo 5.Podemos ahora resumir nuestros pensamientos acerca de la razón del hombre, su capacidad y sus límites.(1)La razón descubre la necesidad de una revelación. Sin duda los santos del tiempo de Job razonaban conforme a los argumentos que hemos presentado en el capítulo 2, y después de todo no estaban satisfechos. Sabían que Dios era superior, infinitamente superior a ellos, pero siempre creían que existía algún punto de contacto. Ellos sabían que él los había hecho, y que los anhelos de conocerle que surgían en sus corazones eran una dádiva de él. Sabían que él era bueno, perfecto, sin mancha de mal, y lleno de compasión; pues también estaban seguros de que él no les hubiera otorgado tales deseos sin intentar satisfacerlos. La actitud de ellos puede verse en las palabras de Job 31:35: “¡Quién me diera quien me oyese! He aquí mi confianza es que el Omnipotente testificará por mí.”(2)La razón averigua la existencia de una revelación. La Biblia es un hecho. Digan lo que digan sus enemigos, existe en el mundo, reclama ser la revelación milagrosa de Dios a los hombres, y está acreditada por millones de hombres en todas partes del mundo. No es preciso que probemos que es la única revelación escrita de Dios, sino que sus enemigos tienen que probar que no lo es. La carga de comprobación queda con ellos, porque la razón misma nos prueba, después de una investigación cuidadosa, que la Biblia es todo lo que reclama ser. Esto hemos estudiado ya en nuestro estudio de la Doctrina Cristiana, y vamos a presentar más pensamientos de clarificación en otros capítulos de este libro.Al comparar la Biblia con los libros que son venerados por las religiones orientales, y también por las modernas, la razón inmediatamente reconoce la superioridad del libro de Dios, rechazando a todos los demás como paja al lado del trigo (Jeremías 23:28). La Biblia contiene la verdad y nada más que la verdad, en tanto que otros libros religiosos, aunque tengan algunas verdades, las han mezclado con muchas mentiras, absurdos, disparates y errores.(3)La razón interpreta el significado de la revelación. No acepta el libro de Dios de una manera ciega, sino que lo examina para indagar lo que dice. La revelación no es contraria a la razón, aunque es superior a ella. Hay muchas cosas divinas que yo no puedo comprender con mis poderes intelectuales tan limitados, pero no por eso las rechazo. Esos poderes intelectuales están buscando un DIOS; y si yo pudiera comprenderle a él perfectamente, sería igual a él. Un dios semejante no me serviría; antes bien, yo busco un Ser infinito, delante del cual yo soy como el polvo menudo en la balanza (Isaías 40:15).Mi razón, pues, acepta al Dios de la Biblia y estudia su revelación con todo esmero, averiguando lo que dice y creyendo que es la verdad. Es un libro escrito para toda la humanidad, para los pobres e ignorantes, lo mismo que para los ricos e instruidos. El mensaje del amor de Dios hacia el pobre pecador no fue escrito en el lenguaje de los colegios ni universidades, sino en un lenguaje tan simple y claro que un niño puede comprenderlo, y se esconde tan sólo de los sabios y sagaces incrédulos (Mateo 11:25).
(4)La razón se somete a la autoridad de la revelación. Después de usar las facultades mentales hasta este punto, es lógico seguir adelante y expresar nuestra adoración y homenaje al Creador que se ha dignado revelarse a sus criaturas. Si Dios ha hablado al hombre, es razonable que éste escuche, escudriñe y obedezca en todo a su Creador (Amós 3:8; 2 Timoteo 3:16, 17). “Nosotros sostenemos los hechos eternos que constituyen las más sólidas de todas las realidades, con el contenido de nuestra fe cristiana. Sostenemos también que la única hipótesis adecuada para responder por un vasto conjunto de hechos es la hipótesis cristiana; y la comprobación en todas sus formas legítimas en el reino personal y moral puede aplicarse con éxito a la hipótesis” (Mullins).