Revista Opinión

La realidad es una, pero, extraviados, la hemos escindido en fragmentos

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia


 

LA REALIDAD ES UNA, PERO, EXTRAVIADOS, LA HEMOS ESCINDIDO EN FRAGMENTOS

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     “(Me sentía) rodeado por una multitud de detalles insignificantes (…) No veía las cosas como una totalidad, solo fragmentos” (Paciente esquizofrénico de Louis A. Sass (1)).

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     “La filosofía no brota por razón de utilidad, pero tampoco por sinrazón de capricho. Es constitutivamente necesaria al intelecto. ¿Por qué? Su nota radical era buscar todo como tal todo, capturar el Universo, cazar el Unicornio. Mas ¿por qué ese afán? ¿Por qué no contentarnos con lo que sin filosofar hallamos en el mundo, con lo que ya es y está ahí patente ante nosotros? Por esta sencilla razón: todo lo que es y está ahí, cuanto nos es dado, presente, patente, es por su esencia mero trozo, pedazo, fragmento, muñón. Y no podemos verlo sin prever y echar de menos la porción que falta. En todo ser dado, en todo dato del mundo encontramos su esencial línea de fractura, su carácter de parte y sólo parte —vemos la herida de su mutilación ontológica, nos grita su dolor de amputado, su nostalgia del trozo que le falta para ser completo, su divino descontento” (Ortega y Gasset[2]).

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     “Desde el siglo X, no ha habido etapa histórica en que Europa poseyese menos sensibilidad y saber filosóficos que en los cincuenta últimos años del siglo XIX. Esto ha producido el caos mental que ahora, con sorpresa, encuentra el europeo dentro de sí. Y es que la cultura de los especialistas crea una forma específica de incultura más grande que otra alguna. Nadie entienda que yo ataco al especialismo en lo que tiene de tal; indudablemente uno de los imperativos de la ciencia es la progresiva especialización de su cultivo. Pero obedecer este solo imperativo es acarrear a la postre el estancamiento de la ciencia y por un rodeo inesperado implantar una nueva forma de barbarie. La ignorancia del que es por completo ignorante, toma un cariz pasivo e innocuo. Pero el que es un buen ingeniero o un buen médico y sabe mucho de una cosa, no se determinará a confesar su perfecto desconocimiento de las demás. Transportará el sentimiento dominador que, al andar por su especialidad, experimenta a los temas que ignore. Mas como los ignora, su soberbia —más gremial que individual— no le consiente otra actitud que la imperial negación de esos otros temas y esas otras ciencias. El buen ingeniero y el buen médico suelen ser en todo lo que no es ingeniería o medicina, de una ignorancia agresiva o de una torpeza mental que causa pavor. Son representantes de la atroz incultura específica que ha engendrado la cultura demasiado especializada” (Ortega y Gasset[3]).

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     “Toda ciencia parte de los fenómenos inconexos y divergentes en los cuales busca la unidad. Esta tendencia a unificar lo diverso es una de las dos funciones radicales del entendimiento. La otra es la inversa: sobre la unificación establecida subraya o descubre nuevas diversificaciones. Uno de los principios o métodos unificadores es la idea de evolución. Cuando un montón de hechos diferentes entre sí tolera ser ordenado en una serie, de suerte que entre dos fenómenos muy disparejos hallamos siempre intercalado otro que es semejante a la vez al primero y al segundo, decimos que hay evolución” (Ortega y Gasset[4]).



(0) PORTADA: Carl G. Jung: “Realidad del alma”, Buenos Aires, Losada, 1968, p. 116.

[1]Louis A. Sass: “Locura y modernismo”, Madrid, Dykinson, 2014, p. 90.

[2]Ortega y Gasset: “¿Qué es filosofía?”, O. C. Tº 7, pp. 330 a 332.

[3]Ortega y Gasset: “Prólogo a ‘Historia de la Filosofía” de Karl Vorländer”, O. C. Tº 6, pp. 296-297.

[4] Ortega y Gasset: “Prólogo a ‘Historia de la Filosofía” de Karl Vorländer”, O. C. Tº 6, p. 298.



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