Rainer María Rilke Carta a Sidonia Nádherny, (desde Toledo) 26 noviembre 1912
Yo no puedo tampoco representarle cómo es esta ciudad que se yergue sobre una de las puras e indominables montañas. Pero como usted ha visto en el Laokoonte, a él me puedo remitir, pues la identidad es completa. A veces, a la caída de la tarde, paso al otro lado, en dirección a las rocas y a las ruinas de montaña, con sólo el profundo y estrecho tajo del río entre mí y la ciudad iluminada como un resucitado (como el Lázaro que resucita en el cuadro de Rembrandt), al otro lado donde el paisaje irrumpe de pronto y es como un león, por doquiera como un león delante de cada una de las puertas de la ciudad... voy, pues, hasta allí paseando, a donde podrían ir los profetas, y por un momento aparto los ojos de la vista que se ofrece ante mi, los cierro y me digo: así quiero ahora representarme interiormente lo visto, y realmente me lo represento en forma indescriptible, pero cuando los abro y dirijo la mirada de nuevo hacia allí, entonces la realidad me sobrepasa de tal modo que desespero poder llevarla jamás en mí como imagen equivalente.