La reanimación cardiopulmonar en bebés y niños (2/2)

Por Y, Además, Mamá @yademasmama

Que no te extrañe si ves a alguien practicando una reanimación cardiopulmonar (RCP) al ritmo de La Macarena. No es que se lo esté tomando a broma, es un truco para llevar el ritmo del masaje cardíaco y salvar una vida. Ayer conté en el post anterior, ‘¿Sabes cómo auxiliar a tu hijo en caso de accidente?‘ que asistí a un curso práctico de RCP y taller de primeros auxilios a bebés y niños, que no puedo hacer sino recomendarlo.

No es lo mismo saber la teoría de la reanimación cardiopulmonar que practicarla con maniquís que te indican si estás haciendo la fuerza necesaria, al ritmo que hay que hacerlo y en el punto exacto. Por eso, por mucho que leamos cómo hacerlo o sigamos los pasos de los vídeos, dominar la práctica es lo único que nos da seguridad y nos enseña cómo actuar en caso de un accidente.

Nadie quiere verse en una situación similar, y mucho menos ante sus hijos, pero es importante conocer cuáles son los pasos hay que seguir (se explican en esta cadena) y en qué orden, para sentirse con la seguridad y el aplomo de poder sacar adelante un vida. Si te interesa y no te has informado aún, puedes aprender qué pasos hay que seguir también en este enlace del ABC que salva vidas, con mucho material descargable para familias, niños pequeños y colegios sobre cómo auxiliar y cómo hacer el masaje cardíaco.

Me quedo con un consejo que nos dieron en esta formación y me pareció muy motivador ante una situación tan angustiosa como ésta: “Aunque la RCP se haga de forma poco correcta, merece la pena intentarla, porque el resultado siempre es mejor que no hacer nada“.

A pesar de que en esos enlaces se explica muy bien, conviene recordar que hay que colocar a la víctima sobre una superficie dura, por lo que no sirve atender a un bebé inconsciente encima de la cuna. Además, mejor colocarla en un lugar en el que nos sentirnos cómodos: el mejor es, sin duda, el suelo. Reanimar a alguien cansa mucho (doy fe de ello, más si es a un adulto) y te exige estar en forma, así que mejor hacerlo en una postura en la que nos encontremos a gusto.

La cifra mágica que hay que recordar es 30:2, que se refiere a 30 compresiones por 2 respiraciones a un ritmo rápido. Y para hacerlo, un truco es seguir el ritmo de La Macarena o de la canción de los Bee Gees ‘Stayin’ Alive’, o contar en alto y rápido 1001, 1002, 1003… y de esta manera llevamos mejor la cuenta hasta las 30 compresiones, para iniciar las dos respiraciones. ¿A que con este truco no se te olvida?

Practicando la respiración en lactantes y la posición adecuada de la cabeza.

Al ir a atender a un bebé inconsciente y que no respira, lo importante es primero darle seis respiraciones despacio para que entre aire en sus pulmones. Muchos bebés salen adelante sólo por este gesto, sin empezar aún el masaje cardíaco, simplemente porque les faltaba aire.

Para ello, hay que colocar al bebé boca arriba, cerciorarse de que no respira (mirándole, acercando nuestra mejilla a su nariz y fijándonos en el movimiento del tórax) y hacer la maniobra frente-mentón para echar su cabeza hacia atrás, que se abra su boca y que el aire entre de forma efectiva en los pulmones. Pero mientras que en los bebés apenas hay que llevarla atrás, en adultos hay que moverla bastante. Averiguar la posición exacta cuesta un poco, pero la clave es ver si el pecho sube y baja. Si no, hay que seguir probando hasta dar con el ángulo adecuado.

Las respiraciones se hacen sobre la boca del bebé, sea tapando la nariz con la otra mano (que sujeta también la frente para mantener la posición de la cabeza) o cubriendo con nuestra boca su nariz y boca. Es importante coger mucho aire y hacerlo con calma y despacio, para que la cantidad de oxígeno que pasamos sea mayor. Hay que hacerlo despacio para que la persona que está haciendo la reanimación cardiopulmonar no se maree ni se canse, como me pasaba a mí las primeras veces.

En las compresiones o masaje cardíaco, el pecho de la víctima debe hundirse un tercio aproximadamente, algo difícil de saberlo, sobre todo por la impresión que da ver cómo se hunde en cada movimiento. Pero como nos explicaron, mejor pasarnos y romper costillas (aunque sea a un bebé) que que no le llegue oxígeno al cerebro.

Y el punto exacto en un lactante es sobre el esternón, exactamente un dedo por debajo de la línea que forman las mamilas. Las compresiones se hacen con dos dedos, en caso de un bebé, y de una parte de la mano, en el caso de niños. Mientras las hacemos, es importante no quitar el punto de apoyo, pero sí subirlos para dejar que los pulmones se expandan, y que puedan seguir cogiendo aire. Este detalle es muy importante.

Si se empieza una reanimación hay que seguirla hasta el final: sólo se puede parar porque llegue personal más cualificado o por extenuación. La esperanza es lo último que se pierde, muchas personas han conseguido salir después de media hora de reanimación.

¿Habéis estado en talleres como éste para saber cómo actuar en caso de que vuestro hijo sufra un accidente?