La rebelión de los modestos

Por Davidrefoyo @drefoyo

fotografía tomada de www.deporteespectacular.com
Reconozco que anoche, frente a la televisión, me convertí en seguidor del C.D. Mirandés por todo lo que una victoria de un equipo modesto frente a un primera representa. Para todos aquellos que hemos vibrado con el fútbol de segunda B en alguna ocasión, la derrota del R.C.D. Espanyol significaba una pequeña victoria propia. En Anduva, mítico estadio del grupo II, se depositaron las esperanzas de gloria de los seguidores de muchos pequeños equipos, aficionados del Barakaldo, Sestao, Cultural Leonesa, Ponferradina, Zamora y un largo etcétera. Alguien escribía una vez que la segunda B era la gran olvidada del fútbol profesional de este país y puede que tuviera razón. Por ese motivo, cuando Caneda marcaba el gol de la victoria en el minuto 92, fuimos miles los aficionados al fútbol que saltamos del sofá. No se trataba de alentar al Mirandés, sino de reconocer la labor y el trabajo de miles de profesionales, de cientos de aficionados que nunca saldremos en las portadas del As o el Marca. Esto demuestra que hay fútbol más allá del Camp Nou, que un modesto equipo semiprofesional puede acceder a la gloria efímera de la Copa del Rey. Para el Mirandés, haber llegado a este punto es todo un éxito y hay que aplaudirlo, muchos otros nos quedamos a las puertas viendo cómo nuestros equipos sefrían dolorosas goleadas ante equipos de escándalo. Carlos Pouso, el no menos mítico entrenador vasco que dirige al equipo rojillo, supo ganarle la partida táctica a Pochetino que, a su vez, supo ganársela al mismísimo Pep Guardiola hace pocas semanas. Para llegar a primera división hace falta suerte y talento, un talento que fluye también en los campos y banquillos de esta división tan digna como cualquier otra, tan llena de sentimiento como las otras, pero con mayor encanto. El placer de juntar una plantilla excelente con apenas un millón de euros. El otro fútbol, el que no habla de primas y grandes fichajes, el que sostiene cada domingo la economía de decenas de ciudades y pueblos de España, el que se embarra y pasa frío, el que se juega para pocos miles de espectadores y apenas aparece en el teletexto. Ese otro fútbol es la esencia pura del deporte, sin gomina ni grandes tatuajes, una competición sufrida, colmada de kilómetros y sinsabores, de pequeños placeres como el de ganar al vecino o el de conocer a seguidores que viven y sienten el fútbol como tú mismo. Por ese motivo, más allá de las estadísticas, de los focos, de las columnas editoriales de Alfredo Relaño o de los sueldos desorbitados, reivindico el fútbol de verdad, el que representa Carlos Pouso con un equipo aguerrido, capaz de sorprender a tres primeras -hasta ahora- jugando de tú a tú, sin complejos, porque sobre el césped, todos y cada uno de los protagonistas, son iguales que el rival, se llamen Pablo Infante o Cristiano Ronaldo. Hoy es un día saludable para el fútbol español. Puede que el sueño mirandés se acabe en la siguiente ronda o puede que el sueño continúe un poco más. ¿Ganar la Copa? Seguro que Pouso prefiere ascender a segunda división, pero la luz de la victoria, de rozar la leyenda, no se puede apagar por una derrota en semifinales. Hoy, aquellos que sentimos los designios de un equipo pequeño, pobre y humilde, tenemos envidia. De la mala, no, de la peor, por eso deseamos que esta envidia siga en aumento, porque en el fondo, todos somos un poco rojillos estos días.