La rebelión de Robert Baratheon – El fin de los Targaryen

Publicado el 24 junio 2013 por Cinefagos

‘Juego de tronos’ narra las luchas entre varias casas feudales para conquistar el Trono de Hierro. La serie de novelas escritas por George R.R. Martin parecen extenderse hasta el infinito, y el éxito de su adaptación televisiva ha convertido en populares a personajes y situaciones salidas de la mente del escritor norteamericano. Starks, Lannisters, Targaryens y demás nobleza son ya nombres familiares para el público, pero el mundo de ‘Canción de Hielo y Fuego’ es tan grande que muchos detalles se pasan por alto, incluyendo algunas historias que pueden llegar a ser igual de apasionantes que la trama principal.

Conscientes de que la imaginación de Martin no entiende de presupuestos (la saga fue creada con ese propósito), la HBO se enfrenta a dos problemas. El primero es lograr que la televisión muestre lo narrado en las novelas con fidelidad y calidad, cosa que no siempre ha conseguido, y el segundo, la posibilidad de que Martin muera antes de terminar el trabajo o la serie alcance a los libros publicados, quedándose sin nada que adaptar. Es por ello que están pensando en paralizar el rodaje y buscar otras formas de seguir adelante, como adaptar algunas novelas cortas o cómics basados en el mundo de Poniente. Mirar hacia el pasado parece ser una de las opciones más lógicas, pero hay cosas que sin duda no veremos en la pantalla al menos durante varios años. Y una de las partes más interesantes y atractivas de la mitología es la que se conoce como “La rebelión de Robert Baratheon”, pieza fundamental para entender la serie y de la que sin embargo, poco se habla y mucho se da por supuesto, a pesar de significar el punto de partida de los libros  y también, el fin de una de las mayores dinastías de la historia, los Targaryen.

Si algo diferencia Juego de tronos de los demás libros es que no cumple con el tópico de “viaje iniciático” en el que un joven inmaculado tiene que hacer frente a un malvado emperador empecinado en conquistar y destruir el mundo. Martin se basó más en la realidad y en la historia medieval europea que en la propia fantasía para crear sus novelas, logrando algo que pocas veces hemos visto: la ausencia total de buenos y malos. Habrá personajes que nos caigan mejor o peor, pero todos tienen su parte de culpa y jamás nos encontramos con malvados hechiceros o seres de aspecto grotesco y claramente maligno. Al igual que con la Historia real, Juego de Tronos no está escrita basándose en los tópicos de héroe indestructible, de los finales perfectos y de las tramas simplonas. Si eliminamos referencias como los Dragones, la historia de los Starks y los Lannisters es equiparable (y de hecho está basada) en la Guerra de Las Rosas, en la que se disputó el Trono de Inglaterra a finales del Siglo XV. Con héroes y personajes míticos en ambos bandos, no tomamos partido por ninguno de ellos. Somos conscientes de que la guerra es un hecho y de que ambos tendrán sus razones, haciendo que en la mayoría de las ocasiones quienes sobrevivan no sean precisamente los más fuertes o los más guapos, sino los más inteligentes o los que más suerte tienen el día de la batalla. La vida está llena de pequeñas ironías de las que la literatura rara vez se hace eco, porque no queda bien, no es tan agradable a nuestros gustos. Por ello, La Rebelión de Robert Baratheon me parece una de las mejores ideas que jamás han salido de bajo la gorra de George R.R. Martin, porque mezcla a la perfección el idealismo de la ficción con la crudeza de la realidad, rompiendo los esquemas de lo que es común en un género tan manoseado como la fantasía épica.

En las novelas, entendemos que Poniente es un continente compuesto por Siete Reinos, todos sometidos a un solo rey, Robert Baratheon. Sin embargo, Robert no proviene de un linaje real, sino que llegó al trono gracias a la fuerza de las armas quince años antes del comienzo de la historia, a través de la que se conoció como “La rebelión de Robert” o “La Guerra del Usurpador”, en la que la antigua dinastía regente, los Targaryen, se extinguieron para siempre y fueron expulsados de su tierra. En esta historia no tienen cabida ni los dragones de la serie de televisión, ni los peligros que moran en el Norte, donde se erige un inmenso muro de hielo que, se dice, mantiene a raya a los Caminantes Blancos.

La Dinastía Targaryen

Los Targaryen no nacieron en Poniente, provenían de Valyria, la capital de un continente oriental que se vendría abajo azotado por un tremendo cataclismo que hundiría toda su civilización. Cuando esto ocurrió, los Targaryen se encontraban en la isla de Rocadragón, que habían convertido en su lugar de residencia. Sin hogar al que regresar, y con la fuerza de los conquistadores,  Aegon Targaryen estaba decidido a conquistar los Siete Reinos que se encontraban en el Oeste. Su plan era convertirlos en uno solo, y para eso contaría con el apoyo de sus dos hermanas: Visenya y Rhaenys. Los tres formaron un matrimonio endogámico debido a la costumbre de los Targaryen de casarse entre parientes con el fin de mantener la pureza de la sangre. A lo largo de las generaciones, esto había dado como resultados elementos físicos muy característicos como un pelo rubio platino y un color predominante de ojos lilas. También, acabarían propiciando la aparición de enfermedades como la demencia.

Aegon y sus hermanas desembarcaron con cerca de mil seiscientos hombres en el lugar que se convertiría en la capital de los siete Reinos y que adoptaría el nombre de Desembarco del Rey. Pero no iban solos, ya que si algo diferenciaba a los Targaryen del todas las familias del mundo es que tenían Dragones. Con tres de aquellos monstruos fue suficiente para que Aegon conquistara seis de los Siete Reinos. Destruyeron castillos enteros como Harrenhall y que quedaría para la posteridad como un recuerdo de la potencia de fuego de esos animales. Al final, incluso el Rey en el Norte, Torrhen Stark, que reunió a su ejército para luchar contra Aegon, se lo pensó dos veces cuando vio las tropas enemigas en el campo de batalla y comprendió que, en aquella situación, doblar la rodilla era su única opción. Aquel fue el fin de los reyes en el Norte, título que Robb Stark recuperaría mucho después.

Otros señores no tuvieron tanta visión. El rey Argilac Durrendon, de Bastión de Tormentas, se enfrentó a las tropas Targaryen y fue asesinado por uno de los mejores generales de Aegon, Orys Baratheon, que se convertiría así en el nuevo señor de Bastión de Tormentas y en el fundador de su propia casa como recompensa.

Convertidos en reyes de los Siete Reinos, los Targaryen prosperaron, pero con el paso del tiempo, su principal fuerza militar empezó a desvanecerse. Los orgullosos jinetes de los dragones vieron cómo cada generación, éstos menguaban y perdían fuerza, tal vez porque estas bestias no estaban hechas para ser criadas en cautividad. La última cría de dragón no era más grande que un perro, y murió pocas semanas más tarde durante el reinado de Aegon III.

El Rey Loco.

Durante más de cien años, el mundo no volvió a ver a los dragones. Gran parte del poder de los Targaryen se había evaporado, pero seguían siendo los amos de los siete Reinos, temidos y respetados a partes iguales. Lo malo de continuar con la endogamia fue que la demencia empezó a hacerse cada vez más fuerte, y algunos de sus miembros rozaban directamente la locura. Con su natural afinidad por el fuego y el calor llegamos al reinado de Aerys II Targaryen, que sería el último de su familia que jamás se sentaría en el Trono de Hierro, una monstruosa estructura forjada con las espadas de los enemigos derrotados y fundida con el aliento de los desaparecidos monstruos de la familia. Paranoico, temeroso de ser envenenado o traicionado por cualquiera de sus familiares o cercanos, empezó a desconfiar de su propia Mano, un hombre llamado Tywin Lannister.

La Mano del Rey es el cargo más importante de los Siete Reinos por debajo del Rey, una especie de Primer Ministro, lo que convertía a Tywin Lannister en el auténtico gobernador. Se comentó tanto que Aerys en realidad no era más que un viejo enfermo incapaz de gobernar que el rey aumentó más y más su paranoia. Arrancó la lengua a uno de sus hombres (Ser Ilyn Payne) por propagar esos rumores y se alejó de Tywin Lannister, encerrándose durante años en la Fortaleza Roja.

A pesar de su debilidad, la dinastía estaba asegurada ya que Aerys, siguiendo la tradición, se había casado con su propia hermana, la reina Rhaella Targaryen y habían dado a luz a los príncipes Rhaegar y Viserys. Incluso, habían encontrado una forma de conquistar el reino de Dorne, el único que se había resistido a sus antepasados. Y lo hicieron a través de la segunda mejor opción, que es la del matrimonio. Rhaegar Targaryen desposó a Elia Martell,  en un cambio para la costumbre familiar, puesto que no era un pariente. Con dos niños pequeños como nietos, no había nada que presagiara el fin de la dinastía, y que en menos de dos años todos ellos serían asesinados y sus cuerpos utilizados como presentes por aquellos que alguna vez fueron sus sirvientes, y no habría sido así si no fuera por un pequeño incidente que permanece sin aclarar y que bien podría ser el misterio más grande de todos los libros de ‘Canción de Hielo y fuego’.

Y aquí empiezan los Spoilers, que abarcan toda la trama. Sigue leyendo bajo tu propia responsabilidad.

El Torneo de Harrenhall

 

Aerys sólo abandonó La Fortaleza Roja para acudir al Torneo de Harrenhall. El milagro que consiguió que abandonase la seguridad de su refugio se la debemos a Lord Varys, un eunuco a quien Aerys tenía en gran estima y lo utilizaba para informarse, que fue quien le dijo al rey que el príncipe Rhaegar podría utilizar el encuentro como excusa para reunir señores feudales que le apoyasen en un posible derrocamiento. No está claro si eso era cierto o no, y el torneo no hubiese sido más que cualquier otro si no fuera por un hecho fundamental que sería comentado a lo largo de los años tanto dentro como fuera de la ficción.

En las justas, el príncipe Rhaegar compitió como cualquier caballero, desmontando entre otros a nobles como Brandon Stark. En una costumbre típica de allí, los caballeros regalaban flores a las damas del público y les pedían prendas, un vestigio de la inspiración claramente medieval de la historia. El ganador del torneo podía elegir a la Reina del Amor y la Belleza, entregándose una corona de rosas invernales. Se supone que los caballeros podían hacer esto con su enamorada y utilizarlo para ganarse el favor de la dama en cuestión, pero el príncipe heredero sorprendió a todos al nombrar Reina a una muchacha que había entre el público, Lyanna Stark, de los Stark de Invernalia. El gesto resultó muy extraño teniendo en cuenta que el príncipe no sólo estaba casado, sino que Elia Martell se encontraba presente en el torneo.

A su vez, Lyanna, una joven algo enérgica y para nada hecha para los cánones de la sociedad, que la obligaba a ser la perfecta dama de la nobleza, estaba prometida a Robert Baratheon, el joven heredero de Bastión de Tormentas. El encaprichamiento de Rhagear sería el origen de la rebelión de Robert y el fin tanto de su vida como la de todos los miembros de su familia, pero ninguno lo sabía aún.

Un año más tarde, Lyanna Stark desaparecería, al parecer, secuestrada por el príncipe. Los Stark pensaron que estaba claro que Rhaegar quería consumar sus oscuros apetitos con ella, y era una afrenta y un escándalo. El hermano mayor de Lyanna, Brandon, corrió rápidamente a Desembarco del Rey a pedir justicia y retar a Rhaegar a muerte. El príncipe no se encontraba allí, sin embargo, lo que tanto Brandon como sus acompañantes se encontraron fue que el Rey Aerys los apresó y los acusó de traición. Por aquel entonces, el aspecto del llamado Rey Loco no podía ser más estrafalario: esquelético, con el pelo sucio y largo y uñas que le sobresalían varios centímetros, era la viva imagen de la demencia. Veía enemigos por todas partes  y, con Brandon prisionero, ordenó al señor de Invernalia, Rickard Stark, que acudiera a la capital para responder por la sublevación de su hijo.

Rickard acudió a la capital y exigió que su inocencia se probase mediante un juicio por combate. Esta tradición consiste en un combate en el que si el condenado sobrevive, es libre de todos los cargos, (algo que no es del todo justo, pero la historia real está llena de costumbres igual de extrañas). Rickard se ofreció a luchar por su hijo como campeón, y el Rey Aerys, obligado a hacer lo mismo, decidió elegir a algo por lo que su fascinación ya no conocía límite alguno: el fuego.

Quemó vivo a Rickard Stark mientras su hijo Brandon, con una soga alrededor del cuello, lo presenciaba en la sala del Trono. Mientras intentaba liberarse para rescatar a su padre, Brandon se estranguló a sí mismo y murió también bajo la atenta mirada de un Rey al que todos deberían haber visto como incapaz de gobernar.

Las demandas del Rey Loco no acabaron allí. Exigió a Jon Arryn, señor del Nido de Águilas, las cabezas de sus dos pupilos, dos jóvenes que vivían con él, Eddard Stark y Robert Baratheon. El rey los consideraba también como traidores, ya que Eddard era el siguiente en la línea de sucesión de Invernalia y Robert el prometido de Lyanna, pero Jon Arryn se negó a entregarlos, llamando en su lugar a todos sus hombres y levantándolos en armas contra la familia real. Visto esto, parece más correcto llamarlo “La rebelión de Jon Arryn”, y entendemos que en realidad no fue el secuestro de Lyanna Stark el causante de la guerra, sino la mala salud mental del Rey Loco y su obsesión por quemar viva a la gente fueran quienes fuesen. Tal vez el incidente con Brandon le hizo perder los nervios o fuese la gota que colmó el vaso, pero lo cierto es que los hechos difieren mucho de cómo se cuenta la historia.

La rebelión.

Sean Bean interpreta a Brandon Stark en un flashback eliminado de ‘Game of Thrones’

Siendo ambos los señores tanto de Invernalia como de Bastión de Tormentas, Eddard Stark y Robert Baratheon tuvieron que regresar a sus respectivos hogares para preparar la guerra. Pero antes, había que cumplir con algunas formalidades y asumir las responsabilidades familiares. La tradición exigía que, al morir Brandon, Eddard ocupase su lugar en el matrimonio concertado con Catelyn Tully. Si quería poner a los Tully de su parte, Eddard debía cumplir de la misma forma que Jon Arryn tuvo que hacerlo con la hermana de Catelyn, Lysa. Esto nos da a entender también que la mayoría de los matrimonios entre nobles jamás se hacen por amor sino por conveniencia, y vemos costumbres como la del encamamiento, que consiste en arrastrar a los novios al lecho para consumar el matrimonio, en algo grotestco. Deben mantener relaciones sexuales y tener herederos al margen de las posibles diferencias de edad o incluso de sus deseos personales. Catelyn Stark recordaría que en su primer encuentro sexual, en Eddard Stark había más deber que pasión.

Este pequeño detalle hace que nos planteemos muchas cosas, algunas de las cuales no han sido confirmadas por George R.R. Martin y entran ya en el terreno de la especulación, pues aún estamos a la espera de los dos últimos libros de la saga que deberían despejar estas y otras incógnitas. No obstante, gracias a la era Internet los fans han ido atando cabos a lo largo de los años y es más que probable que esta teoría sea la real y Martin no nos sorprenda con otra cosa. Y tiene mucho que ver con Lyanna Stark y su supuesto rapto.

Teniendo en cuenta que el matrimonio entre Rhaegar Targaryen y Elia Martell también fue concertado, hay muchas posibilidades de que no se quisieran en un sentido romántico de la palabra. Entonces, es posible que Rhaegar sí sintiera algo por Lyanna Stark, lo que quedaría claro al entregarle el premio en el Torneo de Harrenhall, y es posible que su secuestro no fuese tal. Lyanna huyó con Rhaegar por voluntad propia. Ella jamás amó a Robert Baratheon, y sí lo hizo a ese príncipe Targaryen que los años han convertido en el heredero de una dinastía oscura y abominable que jamás lo fue. Huyeron para mantener un romance en las tierras del sur, y toda la guerra que se originó más tarde se debió a las acciones de los demás, a la pronta ira de Brandon Stark, corriendo a Desembarco del Rey y chocando de lleno contra la locura del rey. No sabemos nada del secuestro, ni si pensaban volver, ni si en realidad se trataba de un romance real, pero es la opción más creíble.

Esa versión apuntalaría más el hecho de que Juego de Tronos no es ni blanco ni negro, y los malos jamás lo son tanto. El secuestrador no sería más que un hombre enamorado, y la historia, escrita por los vencedores, darían la imagen de un tipo dispuesto a raptar doncellas para violarlas. En los libros se deja ver que Robert Baratheon estaba loco por la mujer con la que tenía que casarse, pero nunca se dan suficientes datos como para afirmar que ella lo amaba a él. Al contrario, lo que sabemos de seguro es que Lyanna pensaba que Robert no era un hombre capaz de ser fiel a nadie, y que ya tenía hijos bastardos. Eddard intentó convencer a su hermana de que lo que se hacía antes del matrimonio no contaba, pero ella dijo, muy inteligentemente, que nada podía cambiar a un hombre.

Si esto fuese cierto, Robert Baratheon no sería un liberador ni estaría intentando vengar el secuestro de su amada, sería más bien un pretendiente insatisfecho y que arrasaría Siete Reinos para recuperar a una mujer que jamás le perteneció, un Usurpador, como le conocen. Su ira acabaría arrasando a todos los Targaryen, pero jamás nos hemos planteado si él estaba en lo correcto o si no se trataba en realidad del malo de la película. Robert se erigió como el líder de la rebelión, demostrando sus habilidades como guerrero y creándose una imagen al aparecer siempre acompañado de su maza de guerra. Era un hombre que disfrutaba con la guerra, y seguro que días como en el que tuvo lugar La Batalla del Refugio Estival fue uno de sus mejores recuerdos. En aquella ocasión, tres ejércitos leales a la Corona tenían pensado reunirse para marchar como uno solo contra las tropas de Bastión de Tormentas, pero Robert se les adelantó y los derrotó uno por uno, ganando tres batallas en un solo día.

Pero no todo fueron victorias para los rebeldes. En La Batalla del Vado Ceniza, sus tropas retrocedieron frente a los hombres de Randyll Tarly, lo que propició que éstos pudiesen avanzar e iniciar un asedio en el lugar de origen de los Baratheon, Bastión de Tormentas, sitiando al hermano de Robert, Stannis Baratheon, que permanecería incomunicado cerca de un año.

Más encuentros entre ambas fueras nos llevan a la batalla definitiva, la denominada “Batalla del Tridente”, y en el que por primera vez apareció el propio príncipe Rhaegar Targaryen. A la orilla del río, las fuerzas rebeldes aplastaron finalmente a sus enemigos, en el sentido más literal de la palabra. Allí fue donde Robert pudo entablar combate contra Rhaegar en un duelo que se ha elevado casi al nivel de leyenda. La lucha tuvo que ser sin igual, pero finalmente, Robert aplastó el pecho de Rhaegar su maza, reventándole por dentro y rompiéndole todas las costillas. Se dice que el golpe fue tan brutal que arrancó los rubíes de la armadura del príncipe, que se perdieron en la corriente del agua. Aquella muerte sería la que inclinaría la balanza a su favor, y hace que nos preguntemos, al margen de las versiones que darían después vencedores y vencidos, cuál se acerca más a la realidad. ¿Vengó Robert la violación de su amada? ¿O acabó con una pareja de enamorados que tuvo que hacer frente a una guerra civil?

De momento, sólo George R.R. Martin conoce la respuesta.

El saqueo de Desembarco del Rey.

Con la muerte de su hijo, Aerys supo que su vida corría peligro. Escribió decenas de cartas a su antiguo hombre de confianza, Tywin Lannister, para pedirle que le apoyase, pero su familia había permanecido neutral hasta el momento. Además el Rey decidió enviar lejos a su mujer, que en aquellos momentos se encontraba embarazada, y a su hijo Viserys. Aerys era consciente de que si los rebeldes llegaban a la ciudad, no permitirían que la familia real siguiera con vida. En cambio, Elia Martell y sus hijos, los nietos del rey, permanecieron en la Fortaleza Roja en lo que sería su condenación.

Mientras tanto, Aerys. consumido por la locura, nombraba Manos a las que decapitaba o quemaba vivas según sus caprichos, a la vez que ideaba un sueño demente gracias a los piromantes de la ciudad. El fuego Valyrio era la sustancia más inflamable del mundo, y ordenó a sus sirvientes llenar en secreto las cloacas de Desembarco del Rey con cantidades monstruosas de este material. Su plan: volar la ciudad entera, creada por Aegon el Conquistador, antes que entregársela a Robert y sus hombres. Prefería matarlos a todos, hombres, mujeres y niños, que rendirse. En su mente, se veía inmune al fuego y pensaba que jamás moriría, sino que renacería como uno de los desaparecidos dragones cuyas calaveras decoraban aún la sala del Trono.

Mientras se preparaban para el inevitable ataque sobre la ciudad, Tywin Lannister apareció por fin al mando de doce mil hombres. Tywin anunció que venían a ponerse de parte del rey para ayudarle, y Aerys, desoyendo a algunos de sus consejeros, les abrió las puertas. En cuanto los Lannister empezaron a entrar, desataron la locura sobre la ciudad aniquilando todo lo que encontraron a su paso. Tywin Lannister diría que sus razones para no actuar hasta el final de la contienda, cuando hubo un claro ganador, fueron que el caos no beneficiaba a nadie y ya era hora de ponerle fin. Una buena excusa para un hombre que jamás se pone de parte de los perdedores y al que sólo le interesa el poder. Quedó claro cuando intentó ofrecer a su hija Cersei como prometida para el príncipe Rhaegar, cosa que el Rey Loco rechazó al considerarla inferior a su hijo, y lo demostraría de nuevo de una forma tremendamente cruel.

Gregor Clegane, el perro rabioso de Tywin, entró en la Fortaleza roja y encontró a Elia Martell. El gigantesco Clegane obligó a la princesa a ver cómo cogían a su hijo, un bebé que dormía en su cuna, y le aplastaban el cráneo contra una pared, para luego sacar a su hija de debajo de su cama, donde se escondía, y coserla a puñaladas a pesar de que sólo era una niña. Todo esto para después violarla y degollarla, y poner así fin a la familia de Rhaegar Targaryen.

Colérico ante la enésima traición, esta vez real, Aerys ordenó volar la ciudad. Acto seguido se giró hacia su guardaespaldas personal, Jaime Lannister, y le ordenó que le trajera la cabeza de Tywin, su propio padre. Jaime desobedeció la orden, encontró a los piromantes y evitó la destrucción de la ciudad, luego se giró hacia Aerys y le atravesó con su espada, acabando con la vida de un rey al que una vez juró proteger. Fue en aquel momento cuando las tropas de la rebelión llegaron a la ciudad, encontrándose las puertas abiertas y una carnicería desatada en sus calles. Al mando se encontraba Eddard Stark, ya que Robert se encontraba herido tras su lucha en el Tridente, y cuando entró a lomos de su caballo en la sala vio a Aerys Targaryen muerto a los pies del trono y a Jaime Lannister sentado sobre él con la espada cruzada sobre las piernas.

Cuando Robert llegó a la capital, Tywin Lannister le entregó los cuerpos de los Targaryen envueltos en capas, como regalo para demostrarle su lealtad. Robert los aceptó complacido, porque su odio hacia la familia real era tan grande que no le bastaba con  matar a Rhaegar, sino que tenía que acabar con todo lo que tuviese su sangre. Eddard Stark, por el contrario, lo consideró una abominación y discutió con Robert, quien consideró los cadáveres no como niños, sino como cachorros de dragón. Eddard abandonó Desembarco del rey furioso con todo aquello y, también, con el propio Jaime Lannister por quebrantar su juramento. Algo que se deja bastante claro aquí es que los Starks son un pueblo diferente y chapado a la antigua, con costumbres demasiado honorables para un mundo que no les da ningún crédito por ello. Indignado, se dirigió hacia el sur para poner fin al asedio a Bastión de Tormentas, donde Stannis Baratheon languidecía sin poder remediarlo. De hecho, hubiese muerto de hambre si no fuera con un contrabandista llamado Davos que le hizo llegar cebollas y pescado, con lo que pudo aguantar hasta que se puso fin al asedio y pudieron salir.

La guerra estaba muy próxima a su fin.

Rocadragón y La Torre de la Alegría

Pero aún quedaban asuntos pendientes.

Lyanna Stark, desaparecida aún un año más tarde, se encontraba encerrada en un lugar llamada La Torre de la Alegría, en Dorne. Eddard Stark y seis compañeros llegaron allí para encontrarse con tres miembros de la guardia real de Aerys Targaryen, quienes habían estado desaparecidos toda la guerra. Lo que pasó allí también es parte de la especulación a la espera de la salida de los dos últimos volúmenes, pero la teoría más aceptada y posiblemente la verdadera sea la siguiente: Una conversación que Eddard mantuvo con los guardias dejó claro que, de haber estado ellos junto a Rhaegar, la rebelión no hubiese triunfado. Eran los mejores pues, espadas juramentadas del rey entrenados para protegerlos a él y a su familia, y también, para obedecer sus órdenes. Tres de ellos guardando a una prisionera no tiene ningún sentido, parecían más una escolta que hubiesen dejado allí porque alguien  les hubiese ordenador proteger algo que importaba más que todo lo demás, más incluso que su propia vida. Es como si Rhaegar hubiese pedido que cuidaran de Lyanna Stark. El combate acabó dejando dos supervivientes: Eddard Stark y Howlan Reed. Eddard ascendió las escaleras y se encontró a su hermana en un lecho lleno de rosas azules, las mismas con las que Rhaegar la había coronado en el Tornero de Harrenhall. Estaba sangrando. Eso es lo único que sabemos con certeza. Pero jamás se ha dicho que estuviese herida, que hubiese sido golpeada o torturada. Podría haber dado a luz a un hijo, a un hijo de Rhaegar, el legítimo heredero al trono incluso por encima de Viserys Targaryen.

Sabemos también que Lyanna, en aquella habitación que olía a sangre y rosas, le obligó a Eddard a prometerle algo. Nunca ha quedado claro el qué y es el mayor tema de conversación de todos los fans de ‘Juego de Tronos’, tal vez fue que cuidase de ese hijo, y que evitase que Robert Baratheon, el pretendiente al que jamás quiso, le hiciese daño por su odio hacia  Rhaegar. Prometerle que cuidaría del último Targaryen.

Sólo la muerte de Lyanna pudo poner fin a la enemistad entre Eddard y Robert Baratheon. Éste último se coronó Rey, y nombró a Jon Arryn como su mano. Él sería el encargado de poner paz por fin en los Siete Reinos, incluyendo calmar al pueblo de Dorne, que clamaba (y clamaría durante años) por el asesinato de Elia Martell. También, concertó un nuevo matrimonio para Robert, esta vez con Cersei Lannister, por lo que el plan de Tywin de unir su familia a la casa real triunfó a pesar de todo.

Sólo la armada Targaryen podría haberles puesto en apuros, pero fue algo que jamás sucedió. Una noche, se desató una tormenta  que destruyó los barcos sobre la isla de Rocadragón, donde se encontraban amarrados, dejándolos sin ninguna posibilidad de contraatacar. Además, la reina Rhaella dio a luz a una niña, falleciendo poco después. De modo que Viserys,un niño de pocos años y un bebé al que llamaron Daenerys Targaryen eran lo único que quedaba de los antiguos grandes reyes de Poniente, los mismos que una vez desembarcaron en el continente a lomos de dragones para conquistar todo el mundo conocido. Protegidos por unos cuantos soldados leales a la antigua casa real que los pusieron a salvo, los niños abandonaron la isla y el continente, tal vez para siempre.

Y así llegaríamos al fin de la Guerra del Usurpador, quince años antes del comienzo de lo narrado en el primer libro, la historia con la que George R.R. Martin ha asombrado al mundo haciendo sombra al mismísimo Tolkien y aportando sus conocimientos como guionista para crear unos libros rápidos, inmensos, bien descritos y ágiles con los diálogos. Llenos de personajes que despiertan nuestra simpatía y nuestro odio, y que no siempre tienen por qué estar en el bando correcto para hacerlo. Con Robert Baratheon en el trono, Eddard Stark regresó a Invernalia para criar a sus hijos con Catelyn Tully, pero lo hizo acompañado. Trajo consigo un niño al que presentó como su bastardo, un hijo concebido fuera del matrimonio durante la guerra con una mujer sin nombre, cuya identidad es el secreto mejor guardado de la saga. Un niño al que llamarían Jon Nieve y que no tendría ninguna posibilidad de triunfar en el rígido ambiente de la nobleza y que tendría que soportar durante toda su vida el ser un marginado, hecho que le llevaría años más tarde a unirse a la Guardia de la Noche y patrullar para siempre el Muro, defendiendo los Siete Reinos de terrores sobrenaturales. Lo haría al mismo tiempo que la trama de incesto y traición en la realeza hiciera necesario que Ned Stark y Robert Baratheon se juntasen otra vez para defender el reino de los peligros que acechaban tanto fuera como dentro de él. Sería también cuando en el otro lado del mundo, la magia comenzase a reaparecer, y una joven Daenerys entrase en una hoguera para ver renacer a los dragones, y donde tuviese ensoñaciones acerca de un futuro extraño, impactante y en ocasiones, aún sin publicar. Una historia compleja, apasionante y a veces indescifrable, convertida en un éxito de ventas. Un cuento de dragones y mazmorras, pero también, caballeros y mercenarios, reyes y plebeyos, traiciones y bastardos, que ha encontrado un raro equilibrio entre lo extravagante y lo intimista, lo romántico y lo realista y lo emotivo con lo cruel. Por supuesto, la maternidad de Jon Nieve está muy en entredicho, ya que hay muchas teorías que involucran a Wylla, su nodriza, e incluso Ashara Dayne, de quien se dice, que fue mancillada por un Stark en Harrenhall. Aun así, numerosos detalles apuntan a Lyanna, como esa visión que tiene Daenerys, donde intuye que en el Muro de hielo crece una rosa azul, una rosa que bien podría ser ese bastardo que Eddard Stark se trajo a Invernalia, una rosa como las de esa guerra que hubo en Inglaterra y de la que, de hecho, se habla mucho menos que de esta otra, ficticia y fantástica, y también, una rosa como esa que lo inició todo cuando Rhaegar Targaryen se la entregó a Lyanna Stark.

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