La receta de la eterna juventud del ajolote

Por Ireneu @ireneuc

Ajolote mexicano

En el ser humano, el juego de las hormonas en su comportamiento y desarrollo físico son absolutamente cruciales. Desde la adolescencia -en que la puesta en marcha del gazpacho hormonal hace que se desarrollen las características diferenciales de los sexos, se haga todo tipo de tonterías y los granos en la cara tengan la importancia de una epidemia de ébola- a la edad adulta -con sus calvicies, embarazos y menopausias varias- todo está controlado por estas sustancias generadas por el cerebro y el sistema endocrino. Pero esto no es campo exclusivo del ser humano. El resto de animales sufren igualmente el "ataque de la hormona" durante toda su vida, aunque no todos. Tal es el caso del Ajolote mexicano, el cual, por una falta de hormona, tiene la "suerte" de vivir en una eterna juventud.

Una eterna juventud

¿Se imagina vivir toda la vida con la apariencia de un niño o niña de 8 años, pero pudiendo reproducirse y aparearse sin mayor problema? Pues más o menos esto es lo que le pasa al Ajolote mexicano (Ambystoma mexicanum) un curioso tipo de salamandra endémica de México que vive en ríos y lagos, y que destaca por su color blanco albino y unas prominentes agallas sonrosadas que salen de su cabeza, pero que no desaparecen al hacerse adulto. Bueno... es que, a parte de sexualmente, el ajolote no llega a hacerse adulto jamás.

Huevos próximos a eclosionar

Efectivamente, el desarrollo embrionario y juvenil del ajolote (también llamado axolote) es exactamente igual al de cualquier otra salamandra: del huevo eclosiona una larva que respira por branquias y a la cual empiezan a crecer las patas y el cuerpo hasta que, llegado el momento, la salamandra pierde las branquias, desarrolla los pulmones, y sale al exterior a hacer su vida de adulta. El ajolote, por el contrario, se salta este último paso: padece neotenia.
El ajolote, a diferencia de la salamandra, no hace el cambio de respiración branquial a respiración pulmonar, sino  que mantiene durante toda su vida ambas, por lo que podría decirse que no es un anfibio sensu strictu sino un animal acuático.

Pareja adulta de ajolotes

Esta falta aparente de madurez es debido a que la hipófisis del ajolote no secreta tirotrofina en el momento que supuestamente le tocaría, lo cual impide a la glándula tiroidea la síntesis de la triyodotironina, una hormona que, en caso de ser sintetizada, desencadenaría el desarrollo de las características de un adulto. Así, de esta manera, como no lo hace, el animalejo no hace el cambio y se queda a medias. Aunque esto no es del todo cierto.
En según qué circunstancias excepcionales, como por ejemplo un aumento de temperatura del agua y/o una bajada anormal del agua de su laguna, el ajolote tiene la capacidad de dejar la fase de eterna juventud y pasar a la de adulto. En este caso, el estrés de un medio ambiente cambiante -por ejemplo en un periodo de sequía extrema- produce que el ajolote complete su metamorfosis para, de esta forma, poder abandonar su hábitat habitual y poder desplazarse en busca de nuevas charcas o ríos donde poder sobrevivir y reproducirse.

Ajolote metamorfoseado

En cautividad, los ajolotes pueden cambiar a adulto si se les inyecta hormona tiroidea (triyodotironina) o, más fácilmente, dándoles de comer glándula tiroides de otro animal -los ajolotes son carnívoros- o añadiendo unas gotas de yodo a sus acuarios. El inconveniente es que, al ser un recurso de emergencia para la supervivencia, acaban por morir rápidamente, por lo que no es muy recomendable forzarlos a metamorfosear por simple placer.
En definitiva, las hormonas, queramos o no, forman parte consustancial del desarrollo de todos los animales y nos definen tal y como somos. La próxima vez que se vea un grano en la cara o se le caiga un pelo, recuerde que las hormonas, quiera que no, siempre tienen la sartén por el mango.
Y esto, en el caso de los hombres, nunca mejor dicho.

El ajolote, un animal que posee la receta de la eterna juventud


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