Sí: enamorarse es como creer con fe ciega que todo lo que se piensa, se vive y se siente estando enamorado, pasa por primera vez y no le ha pasado a nadie antes. Ni siquiera a uno mismo.
Los enamoramientos vienen y se van. En una vida hay quien pasa por muchos, quien es más propenso a dejarse arrastrar por esa locura y quien lo es menos. Y pasa poco pero a veces, el mismo tsunami que nos hizo pedazos una vez, regresa.
La última película de Jonás Trueba (1981) va de eso: de ser joven y recrearse en el amor. Va del recuerdo de la adolescencia, y de cuando la vida (poca, todavía) nos pone patas arriba las ideas sobre lo que nuestro futuro pensábamos que iba a ser cuando éramos niños. Va de hacerse un poco mayor, de llegar a los treinta y pico y de que un primer amor adolescente, venga a revolver el presente todavía en construcción de cimientos sólidos.La reconquista, el asunto de ser jóvenes: un estado efímero y soberbio que se caracteriza por la intensidad de lo que se vive mientras se pasa. Ellos, los protagonistas, se conocieron quince años atrás y se quisieron, intensamente. Ahora se vuelven a ver, cada uno con su vida, pero todavía jóvenes, efímeros y soberbios. O no tanto. No todo el tiempo.Una historia que recurre a canciones que los protagonistas escuchan enteras, porque "todas hablan de ellos"; que intercala cartas y lecturas de cartas, narraciones de cartas... en la que se escriben textos para dar forma a pensamientos que duran poco, a veces un verano que es más largo que otros, pero que resisten escritos durante (algún) tiempo.