Si usted pronuncia Al Jazeera tratando de imitar el acento gaditano castizo notará que dice Algeciras, el nombre de la cadena de televisión catarí que se extiende por el mundo en recuerdo de esa población del Campo de Gibraltar conquistada para el islam en 711.
Al Jazeera negocia estos días la compra de la cadena de pago española, Canal +, en difícil estado económico, como su empresa madre, PRISA y El País.
Si lo consigue se convertirá en la colosal máquina de propaganda que ya es en otros países, y que es un gran apoyo propagandístico del islam sunni.
Catar es una península al este de Arabia Saudita de 11.586 kilómetros cuadrados, casi igual a la provincia de Murcia, con ingentes cantidades de petróleo y gas que sostienen una expansiva Al Jazeera, controlada por la monarquía absoluta del emir Tamim bin Hamad al Zani.
La cadena da imagen de liberalidad, pero oculta, por ejemplo, que de los 2,1 millones de habitantes del país sólo 800.000 son cataríes; los demás son inmigrantes asiáticos en estado de semiesclavitud y sin derechos ciudadanos.
Estamos, pues, ante una mentalidad medieval, el poder omnímodo del dinero, y una cadena que busca incrementar la fuerza religiosa y geográfica de la umma, comunidad de los creyentes del islam.
Para su propaganda no paga a periodistas como a sus inmigrantes asiáticos, sino grandes sueldos para que difundan lo que desee la familia real, que no olvida que la conquista de Al Andalus comenzó por Al Jezeera.
En la competencia por la propiedad de Canal + participan Telefónica y otras empresas que siguen los cánones occidentales, pero sólo una voluntad política estatal impedirá la derrota del Guadalete con dólares como los de la cercana base estadounidense de-Rota.
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SALAS