No importa si lo llamamos ‘kurzarbeit’, si aplicamos el modelo austriaco, o desarrollamos la tercera vía. Los más de cuatro millones de desempleados urgen a los agentes sociales a ponerse de acuerdo, a avanzar, en la reforma del sistema laboral español. Como dijo el vicepresidente de la CEOE, Juan Rosell, el otro día, “no importa si nos equivocamos, ya lo corregiremos. Lo peor es la inacción”.
Y es que el diferencial de nuestro sistema con respecto a los de los países de nuestro entorno es abismal. Cuando la economía va bien en España, tenemos un nivel de paro del 8%. En el sistema hay piezas que no funcionan. Por supuesto la regulación de los convenios colectivos, por supuesto el marasmo de contratación, etcétera. El diagnóstico ya está hecho. Ahora falta la valentía de empresarios y sindicatos para sacar adelante las reformas necesarias.
Y si no hay acuerdo, el Gobierno debe gobernar y tomar decisiones impopulares. Para eso fue elegido. A pesar del riesgo de no revalidar, el país se lo exige. Así se ganan el respeto los gobernantes. Ahí está el modelo del quehacer del que fue primer ministro finlandés Paavo Lipponen. Por cierto, periodista.