Los vecinos que luchan por recuperar el valle se hacen acompañar de un caldero de cinc, el mismo que utilizaban para regar los huertos o llevar agua al ganado y que ahora servirá, dicen, para vaciar el pantano. Yo añadiría, al hilo de esa rebelión de los calderos y de esa férrea voluntad de los leoneses despojados, que la memoria no se restaña nunca si no se recupera lo vivido, si se diluye en el tiempo lo que perdimos, en el caso de Riaño, como lo denomina este cronista apasionado: ocho pueblos y cientos de familias desahuciadas en un ecosistema irrepetible al sur de Europa.
En total, 650 millones de metros cúbicos que para los damnificados suponen un monumento sin sentido al escarnio, porque veinticuatro años después de aquellos desalojos a la brava, a los que Luis se refiere como "golpes de porras y poder", miles de aquellas hectáreas que se prometían como un vergel, siguen sin ver una gota de agua. "¿Dónde está la riqueza que iba a generar este sacrificio? -se pregunta la plataforma que lucha para la progresiva recuperación del valle de sus sueños.
Hasta este instante, lo único que yo advertí en familiares de aquellos que acá pasaron por lo mismo, fue un carro de resignación y muchas lágrimas que brotan involuntariamente cuando se rememora lo vivido, y uno se mete en la vida de los suyos, despojados por ley brava de lo poco que tienen, entregándoselo por una ridícula indemnización al bien común, que ya sabemos que el bien Común se reduce a la Confederación, para que gocen las eléctricas y ganen votos y prestigio los políticos de turno. Nunca hasta este momento había visto la lucha por la recuperación de un valle entero, siguiendo los fundamentos revisionistas que triunfan en Francia y Estados Unidos donde trabajan ya para la reconversión de zonas inundadas por embalses.
A mi me parece un sueño imposible, para qué voy a engañarles a estas alturas. Pero torres más altas han caído.