Destinada a ser reinaEl nacimiento de Cristina de Suecia en 1626 no agradó a su madre, María Leonor de Brandeburgo, quien deseaba darle a su esposo, el rey Gustavo II, un heredero al trono. El monarca de la dinastía de los Vasa encontró rápidamente una solución al problema. Un año después confirmaba a su hija como heredera al trono sueco en caso de que no llegara el ansiado heredero.
En 1632, cuando Cristina aun no había cumplido los seis años, su padre moría en la batalla de Lützen. La Guerra de los Treinta Años se llevaba al rey sueco, quien había entrado en batalla en defensa de sus creencias protestantes.
La princesa y el regenteDesde aquel momento hasta la mayoría de edad de Cristina, fue el canciller Axel Oxenstierna quien se hizo cargo del gobierno del país ejerciendo una eficiente regencia.
Oxenstierna también dirigió y supervisó la educación de la futura reina quien, separada de su madre, fue educada por distintas damas de su familia y de la familia del canciller.
Pronto empezó a acudir a las reuniones del Consejo del Reino. Tenía entonces 16 años pero ya demostró grandes capacidades intelectuales y un fuerte carácter.
El breve reinadoEn 1650, una joven Cristina de poco más de 20 años era coronada como reina de Suecia. A partir de entonces y durante un breve período de cuatro años Cristina gobernó con eficacia su país. Sin embargo, las continuas presiones acerca de un necesario matrimonio y sus contactos con la religión católica hicieron mella en la reina. En 1654 anunciaba oficialmente su deseo de abdicar del trono. Su primo, Carlos Gustavo era nombrado rey de Suecia.
Mecenas del arte y las letrasDespojada de su corona por propia voluntad, Cristina continuó con su labor de protectora de las artes y las letras. Fijó su residencia en Roma, sede de su nueva fe, y mantuvo una vida dedicada a coleccionar obras de arte y financiar proyectos culturales y científicos.
Cristina no se olvidó de su país con el que estuvo en contacto e incluso intentó ayudar políticamente en ciertas ocasiones. También trabajó en la defensa de la libertad religiosa de los pueblos criticando las persecuciones por razones de fe.
Descanso eterno en RomaLa llamada Minerva del Norte murió en Roma en 1689. A pesar de haber pedido ser enterrada con sencillez en el Panteón de Agripa, el papa Inocencio XI decidió honrarla con un funeral de Estado. Catalina fue enterrada en las Grutas Viejas de la nave central de la Basílica de San Pedro del Vaticano. Años después, otro papa, Clemente XI, ordenaba a Carlo Fontana que erigiera un precioso monumento funerario en la misma basílica.
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