En «La reina de las nieves», el célebre cuento de Hans Christian Andersen(1805-1875), dos niños luchan por mantenerse unidos a pesar de las malas intenciones de la soberana. En la novela homónima de Michael Cunningham(Cincinnati, 1952), autor galardonado con los premios Pulitzer y PEN/Faulkner de 1999 por Las horas, son dos hermanos de mediana edad, Tyler y Barrett Meeks, los que dependen el uno del otro. Comparten un piso de mala muerte en Brooklyn, con un sofá desvencijado, símbolo de todas las batallitas compartidas. Siempre dicen que se mudarán, pero nunca encuentran, o no quieren encontrar, la ocasión para hacerlo. No se han separado jamás, y esto, más que una demostración de amor fraternal, indica que no han sido capaces de encauzar sus vidas. Tyler, el mayor, es un intento de músico al que no le salen bien los proyectos. Beth, su pareja, está enferma de cáncer. No saben si se recuperará, por lo que ambos viven en un paréntesis de incertidumbre que por momentos parece no tener fin. Beth, dormida en la cama, débil, encarna a una bella durmiente: el tiempo se ha detenido para ella. Tyler, además, ha empezado a drogarse mientras trata de componerle una canción, una canción tan buena que compense todas las tentativas frustradas.
Michael Cunningham
La última parte retoma el principio y transcurre durante los días previos a la elección de Obama en 2008. Otro punto de inflexión: del pesimismo de la reelección de Bush a la ilusión del nuevo presidente, una ilusión inesperada, porque ninguno de ellos cree que pueda ganar. También reaparece la ilusión en las vidas de los protagonistas, también de una forma inesperada, casi como si no se hubieran atrevido a creer en el futuro, a creer que las cosas podían mejorar. Cunningham, un narrador sutil y elusivo, con una escritura muy fina y llena de matices, plantea un tema tan difícil de plasmar por escrito como la inmovilidad del ser humano que no se atreve a tomar las riendas, el ser humano que permanece quieto, helado como el invierno en Nueva York, a la espera del deshielo. En su enfoque, por lo tanto, prima más lo íntimo que la acción, y combina el realismo de lo cotidiano con la esperanza mítica de la luz prodigiosa. Entronca con cuestiones como la soltería en la mediana edad, el vínculo entre hermanos diferentes y aun así codependientes, los desengaños amorosos, el artista drogadicto, la falta de éxito, el miedo, las segundas oportunidades. La reina de las nieves (2014) rezuma ese desencanto que ha marcado el sentir general de los primeros años del siglo XXI, y a la vez nos recuerda que, pese a todo, no hay que dejar de creer en los milagros.