La reina díscola, Catalina Howard (1520?-1542)

Por Sandra @sandraferrerv
A principios de los años cuarenta del siglo XVI, cuando Enrique VIII acababa de casarse con su cuarta esposa, éste se fijó en una de las damas de compañía de la poco agraciada Ana de Cleves. La muchacha, Catalina Howard, era prima de la desdichada Ana Bolena y sobrina del duque de Norfolk. Era una dama de gran belleza cuya corta edad, era cinco años más pequeña que la princesa María, no importó al monarca inglés quien se divorció de Ana para casarse con Catalina. Pero esta no se adaptó a la vida en la corte junto a un rey mayor, obeso y en absoluto atractivo. Sus amoríos la llevarían al cadalso. 

Catalina Howard nació en una fecha indeterminada alrededor de 1520 en Lamberth, una zona que actualmente forma parte de la ciudad de Londres. Catalina era la segunda de las cinco hijas de Edmund Howard y Joyce Cultpepper.  Su padre, constantemente endeudado, cuando se quedó viudo alrededor de 1528, mandó a Catalina y otras de sus hermanas a vivir con su abuela paterna, la duquesa viuda de Norfolk, Agnes Tilney. Agnes regentaba una casa de huéspedes pero a menudo se trasladaba a la corte por lo que no estuvo muy por la labor de educar a sus nietas. Estas crecieron rodeadas de huéspedes entre los que se vivían historias de amoríos que hicieron de Catalina una muchacha díscola. Pronto empezó a tener ella también algún que otro escarceo amoroso hasta que consiguió un empleo como dama de compañía de la nueva esposa del rey.

Pocos meses duró el matrimonio entre Enrique VIII y Ana de Cleves quien tuvo que aceptar el divorcio en julio de 1540 para cederle el lugar a la que el rey llamaba "su rosa sin espinas". Al principio Catalina se vio obnubilada por el lujo de la corte pero pronto empezó a sentir que no soportaba estar junto a un hombre treinta años mayor que ella y en un estado físico bastante poco atractivo. 



Parece ser que Catalina no se sintió amenazada por el triste destino que había sufrido su prima Ana Bolena y empezó a mantener relaciones extraconyugales en las estancias de palacio. Cuando las primeras sospechas llegaron a oídos de Enrique, tan enamorado estaba de Catalina que hizo oídos sordos. Pero una carta encontrada dirigida a uno de los amantes de la reina no dejó lugar a dudas. 

El 10 de febrero de 1542 era trasladada a la Torre de Londres donde fue ejecutada tres días después. 

 Si quieres leer sobre ella 


Una rosa sin espinas, Jean Plaidy



La quinta reina, Ford Maddox


La trampa dorada, Philippa Gregory