La tercera entrega de Millennium es, sin duda alguna, la más larga y desafiante de toda la saga. Rondando las 860 páginas, es un total desafío al lector ya que gran parte de la novela carece de escenas de acción y se centra mayormente en destapar la traición gubernamental que se ha puesto a descubierto entre el final de la segunda novela y todo el transcurso de esta última.
El final de La chica que soñaba con un bidón de gasolina y una cerilla dejaba prácticamente en vilo al lector con SPOILERS el grave estado en el que se encontraba Lisbeth luego de recibir un disparo por parte de su padre y un entierro prematuro por parte de su hermanastro FIN SPOILERS La tercera entrega comienza con la hospitalización de Lisbeth y su padre, Alexander Zalachenko. La primera parte transcurre en un hospital en donde convalecen las víctimas, y no por ello dejarán de pelear por sus vidas.
Antes bien decía que la trama ponía en jaque al lector; esto ocurre porque la trama policial se intensifica, y desde ambos bandos (esto es, la policía junto con Millennium contra el Estado sueco) comienzan una Guerra Fría para unos, tratar de esconder todo el paso sangriento que viene dejando su espía secreto, y los otros para sacar a flote toda esa turbia historia y (en el caso de Mikael Blomkvist) limpiar de una vez por todas el nombre de su amiga Lisbeth Salander.
Una parte de la historia (la más aburrida, si ninguna duda) actúa como reflejo de una parte de la primera novela, cuando a Mikael le contaban esa scoop económica que lo llevaba a la ruina, y ahora es la contrucción de La Sección, esa contrpartida gubernamental hipersecreta que se mantiene casi por si mísma y en el más absoluto hermetismo.
Aunque parezca una razón de más para rellenar el libro, realmente disfruté la visita que durante cierto calibre de páginas en la novela ocupa Erika Berger y su nuevo asignamiento de trabajo en un masivo periódico de Suecia, en el cual comenzará su propia guerra personal con alguien de su nuevo ambiente de trabajo que la quiere no muerta, pero revolcándose en su propia miseria.
Muchos personajes vuelven al ruedo, y muchos nuevos aparecen en este tomo, así que hay que estar atentos con los nombres.
Lisbeth y Mikael reaparecen, obviamente, pero están tan inmersos en sus propios arcos argumentales que, o apenas sobresalen, y además apenas tienen contacto entre ellos más que el que obtienen mediante artilugios electrónicos, que nuevamente, llevan una carga primordial en la resolución de varios entuertos.
Esta última novela se parece (mucho) a un caso de La Ley y el Orden sueco, ya que luego de toda la trama policial viene la gran mayoría del arco final, en el cual hay un juicio a puertas cerradas juzgando a nuestra querida Lisbeth Salander. Muchos pensarán que es totalmente aburrido, pero encontré este juicio muy gratificante, sobre todo porque (una vez más) los hombres que no amaban a las mujeres entablarán combate sin armas.
Ya cerrando la novela, en el epílogo se saldan cuentas familiares en un final que me hubiera gustado que estuviera mucho antes que en las últimas páginas, porque se lo nota muy forzado; igualmente, es de buen ver (además de que tiene gran potencial cinematográfico) el combate entre el hombre, dotado de analgesia congénita (no siente dolor alguno) y la frágil pero decidida fémina, en un duelo impresionante.
Es triste sentir en las verdaderas últimas páginas el reencuentro de Mikael y Lisbeth, sentir que no van a volver más, pero al menos todo termina en una nota no perfecta para los personajes, sino muy correcta y en buenos términos.
Sinceramente, La reina en el palacio de las corrientes de aire (pésima traducción, que alguien me explique el porqué de tan patético nombre en castellano) es un gran cierre a la altura de la saga, una saga que muchos recordarán con calidez y mucha predisposición. ¡Vamos, que todavía nos faltan las películas suecas y sus correspondientes remakes en Estados Unidos!
Calificación: Muy Buena