La reina en el palacio de las corrientes de aire, de Stieg Larsson

Publicado el 07 agosto 2010 por Flenning

A Lisbeth le cuesta socializar, las relaciones no se le dan muy bien, ni siquiera con aquellos en quienes confía, por eso, desde hace tiempo, quizás a su pesar, ha decidido vivir sola en su palacio de cristal. Es la reina templaria del mundo de sus ideas.

Su mundo es muy extraño. He ahí una idea, y allá otra, y allá otra…, todas ellas son curiosas y peligrosas, porque están inspiradas en una vieja desconfianza y en una aún más vieja frustración. En medio de las ideas, solo hay silencio. Gobernar un mundo de ideas peligrosas, aunque estén rodeadas de silencio y soledad, requiere de tenacidad y resistencia. También requiere de reservas biológicas que garanticen sobrevivir a la metralla.




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La Reina con aire en el coc2009
«… Lisbeth resumió su situación en cinco líneas, las cuales fueron recibidas con lo que parecía ser un murmullo de preocupación.
—¿Y cómo estás? —preguntó Trinity.
—Tengo un agujero en la cabeza.
—Pues no te noto nada raro, yo te veo igual —constató Bambi.
—Wasp (Lisbeth) siempre ha tenido aire en el coco —dijo Sister Jen […]».

La bala que perforó la cabeza de Lisbeth no pudo asirse a nada y nada dañó, apenas sacudió el aire que separa las ideas de su reino, sus vasallos.

El vacío interior de Lisbeth parece un tópico casual en medio de la charla entre amigos; sin embargo, tanto la vacuidad como la falta de referencias y de referentes son, precisamente, lo que le da a Lisbeth la fuerza para sostenerse.

Ella proyecta en el otro una sensación de autismo «… eso explicaría su incapacidad para aceptar las convenciones sociales […]», pero la realidad que se vive dentro de su palacio de cristal vacio y expuesto a las corrientes de aire es muy distinta a la del autismo: ella percibe al otro e, impertérrita, mantiene la distancia con su entorno porque no se siente comprendida. De algún modo, vive fugitiva, pero integrar su modo con el de los otros conlleva un cambio de estado, un duelo.

Decía en algún otro pasaje de esta saga que Lisbeth es, en sí misma, el enigma de Fermat, porque es compleja y elíptica y, a la vez, bella y fácil de representar. Ella se sostiene en medio de esa enigmática contradicción, entre la incomprensión de su forma de ser y el deseo de comprenderla. Aquí hay una paradoja. ¿Qué hacer? Resolver a Lisbeth es resolver Fermat, resolver Fermat es resolver el enigma, resolver el enigma desvanece el enigma: si se desvanece el enigma, se desvanece Lisbeth.

«… x3 + y3 = z3. El invierno anterior (Lisbeth) había pasado varias semanas en el Caribe devanándose los sesos hasta más no poder con el teorema de Fermat. Al volver a Suecia, y antes de verse involucrada en la persecución de Zalachenko, siguió jugando con las ecuaciones.
El problema era que tenía la irritante sensación de haber visto la solución... de haber experimentado la solución […]».

El autor parece dirigirse hacia ese punto en que el personaje se le escapa de las manos, y eso le produce la irritante sensación de sentir que el enigma se desvanece…

«… Todo seguía igual en su cabeza… Excepto el hecho de que creía recordar haber visto una solución al teorema de Fermat, pero no se acordaba de cómo, cuándo ni dónde.
Lo peor era que no tenía ningún tipo de interés en el enigma. El teorema de Fermat ya no la fascinaba. Eso era un mal augurio. Pero así solía funcionar ella: le fascinaban los enigmas, pero en cuanto los resolvía, perdía el interés por ellos.
Y precisamente eso mismo le pasaba con Fermat. Ya no era aquel diablo que saltaba sobre su hombro llamando su atención y retando a su intelecto. Era una simple fórmula, unos garabatos en un papel, y no sentía ni el más mínimo deseo de entregarse al enigma. Eso la preocupaba […]».

Integrarse al mundo de Lisbeth no es una mala noticia pero, a la vez, el hecho de ser un habitante del mundo de sus ideas significa, redondamente, ser parte de su mundo y verla de igual a igual. ¿Socializarla o no socializarla? Larsson parece tener una idea de la respuesta y se dirige hacia el final de la trilogía Millenium. Aun así, es difícil valorar el impacto que esa solución puede tener en cada persona o personaje.

Lo más triste es que el final de la saga Millenium coincide con el final de la vida de Larsson de los Cojones y, por lo tanto, la posibilidad de sostener, recrear o de resolver a Lisbeth no es algo que parezca sencillo, ni siquiera parece posible.

Yo, como tradicionalista o costumbrista, ya que pregunta mi opinión, siento que tanto los números y los símbolos del teorema como la misma Lisbeth han cobrado forma física. Secretamente los busco y, a veces, hasta presumo de ser matemático y canalla, para que ella y ellos, por si acaso, me encuentren a mí.


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