La reina sin corona, Matilde de Inglaterra (1102-1167)

Por Sandra @sandraferrerv

Wikimedia Commons
En 1127, los grandes hombres de Inglaterra y Normandía, juraban solemnemente fidelidad a Matilde, única hija legítima del rey Enrique I. Un juramento que se repetiría cuatro años después pero que quedaría en papel mojado. Más fuerte era la tradición y la misoginia que el derecho de una mujer al trono. Algo inaudito en aquel momento. A la muerte del rey, Matilde inició una larga lucha en defensa de sus derechos dinásticos. Ella debía ser la reina de Inglaterra, la primera en la historia en ostentar dicho poder. Y haría todo lo posible por conseguirlo. 
Antes de que se iniciara la pugna por la corona, Matilde había vivido una larga e intensa existencia desde su nacimiento, probablemente el 7 de febrero de 1102. Era la mayor de los dos únicos hijos de Enrique I y su esposa Matilde pero a pesar de ser la primogénita, era su hermano pequeño Guillermo el destinado a ser el sucesor de su padre. A Matilde le esperaba el mismo destino que a todas las princesas reales, ejercer de peón en un complicado tablero de reinos medievales en el que se convertían en moneda de cambio para estrechar relaciones diplomáticas y afianzar poderes territoriales. Para ella se eligió nada menos que un imperio. 
Con tan solo ocho años, Matilde marchó a Alemania para convertirse en la esposa del Emperador Enrique V
Tenía ocho años solamente cuando Matilde emprendió un largo viaje hacia su nuevo destino. Hasta entonces, se supone que vivió y creció en un entorno palaciego y recibió la esmerada educación reservada a las damas de la corte pero de ella poco se habla en las crónicas, como nos explica Helen Castor en Lobas: "La suya es una presencia insustancial e inconsistente en las crónicas [...] y a menudo se la representa, para nuestro desconcierto, como una figura insignificante dentro de su propia historia". 
En febrero de 1110, tras un largo periodo de negociaciones, Matilde puso rumbo al continente donde fue coronada emperatriz antes de casarse con el emperador Enrique V de Alemania. Fue en 1114, cuando a punto estaba de cumplir los doce años, cuando se consideró que la joven princesa inglesa ya podía contraer matrimonio. Matilde pasó quince años en su nueva patria. Un tiempo en el que, a pesar de su edad, ejerció como reina consorte, sustituyendo a su esposo durante sus largas ausencias, como Mathilda Imperatrix
Wikimedia Commons
Mientras Matilde asumía su nueva vida lejos de Inglaterra, su padre se enfrentaba a un duro golpe. En 1120, el heredero Guillermo perecía ahogado en las aguas del Canal de la Mancha. A pesar del desastre, a nadie se le ocurrió que Matilde asumiera el papel de heredera al trono de Inglaterra. Su madre había fallecido dos años antes así que Enrique optó por un segundo matrimonio en busca de un nuevo heredero varón. Adela, la nueva esposa, no conseguiría dar ningún hijo al rey. 
Mientras Inglaterra se encontraba sumida en una crisis dinástica, el Imperio también se enfrentaba a la muerte de su emperador. En 1125 fallecía Enrique V de Alemania sin que Matilde hubiera concebido un heredero. Viuda y sin hijos, ya nada la ataba al que había sido su hogar durante años. Matilde regresaba a una Inglaterra extraña para ella. Tres años después, contra su voluntad, se volvía a casar con Godofredo de Anjou, elegido por su padre, once años más joven que ella y de rango bastante inferior que ella. Había sido emperatriz y ahora sería simplemente condesa. A pesar de que el matrimonio no fue una unión feliz, cumplieron con lo que se esperaba de ellos y Matilde dio a luz a tres hijos varones entre 1133 y 1136. 
Ante la ausencia de embarazos en su segundo matrimonio, el rey tuvo que asumir que solo le quedaba una opción, su hija Matilde. El 1 de diciembre de 1135 fallecía Enrique I, señor de Inglaterra y Normandía. Por aquel entonces, Matilde se encontraba atrapada en Argentan, a causa de su tercer embarazo. En aquellos momentos, dar un golpe de efecto era lo que llevaría a quien fuera a convertirse en rey. Eso fue lo que hizo Esteban, primo de Matilde, quien, antes de que terminara el año se hizo coronar en la catedral de Winchester. En los siguientes meses, mientras Matilde permanecía en la sombra al otro lado del Canal de la Mancha, el nuevo rey Esteban afianzaba su poder ganándose el favor de la nobleza y del papado.
Matilde podría haber sido la primera reina de Inglaterra por derecho propio pero la tradición y la misoginia se lo impidieron
En julio de 1136 nacía el último hijo de Matilde, Guillermo, sin que su destino ni el de sus hijos estuviera claro, atrapada en un matrimonio que nunca había escogido. Sin embargo, el reinado de Esteban empezó a declinar cuando algunos de sus condes empezaron a dudar de su valía y se fijaron en la que había sido siempre la legítima heredera. Uno de aquellos condes, Roberto de Gloucester, hijo ilegítimo de Enrique I y por tanto hermanastro de Matilde, se puso a su servicio. 
En la primavera de 1139, Matilde despertó de su largo letargo y decidió tomar las riendas de su destino. Se declaró públicamente la legítima heredera y reclamó la corona. Tras años de ausencia, Matilde regresó a Inglaterra. Un enfrentamiento entre dos posturas distintas llevó a Inglaterra a una inexorable guerra civil. Avances y retrocesos, ciudades sitiadas, apoyos y desafecciones, llevaron a un callejón sin salida que pareció desaparecer tras la Batalla de Lincoln en febrero de 1141 que terminó con el rey Esteban capturado por las tropas de Matilde. 
Pocas semanas después, el obispo de Winchester, primo de Matilde y hermano de Esteban, la nombró "Señora de Inglaterra" un título que, a pesar de suponer una situación ambigua, era el paso previo a su coronación definitiva en Westminster como reina por derecho propio. Un hecho que nunca ocurrió. Cuando Matilde se preparaba para su coronación y empezó a gobernar, empezaron a despertarse las voces críticas. Una cosa era la teoría y otra la práctica. Como recuerda Castor, "Matilde afrontaba el desafío de convertirse en reina de Inglaterra no en el sentido convencional de ser la mujer de un rey, sino en la forma sin precedentes de ser un rey mujer". Algo para lo que Inglaterra parecía no estar aún preparada. Las voces críticas empezaron a describir a una mujer autoritaria y déspota que no merecía el papel para el cual había estado luchando durante años. 
De nuevo en punto muerto, Matilde, tuvo que huir de Londres justo antes de su coronación, en el verano de 1141, mientras estaba perdiendo adeptos a marchas forzadas. A finales de 1142, tras una penosa huida del castillo de Oxford, Matilde cambió de estrategia. Dejaría de luchar por su propia coronación y a partir de ese momento su objetivo sería hacer de su hijo Enrique el futuro rey de Inglaterra. Por aquel entonces, su primogénito era un niño con un futuro prometedor. En 1144 fue nombrado duque de Normandía y poco a poco se convirtió en la esperanza de muchos nombres de ambos bandos que veían en él la salida a un conflicto que duraba ya demasiado tiempo. 
Cuando en 1153 pisó tierras inglesas, Enrique era un hombre poderoso que, además de haber afianzado su poder en Normandía, se había casado con Leonor Plantagenet, quien aportaba al matrimonio un extenso territorio de la actual Francia. El 6 de noviembre de ese mismo año se ratificaba un tratado entre Enrique y Esteban por el que aquel se convertía en heredero de este. Se ponía fin a una etapa muy complicada en la historia de Inglaterra llevándose por delante la posibilidad de que, por primera vez en su historia, una mujer se erigiera como su soberana. 
Matilde de Inglaterra pasó la última etapa de su vida en Ruan, donde falleció el 10 de septiembre de 1167. 
 Bibliografía 
Lobas. Las vidas de cuatro grandes reinas medievales, Helen CastorMatilda. Empress, queen and warrior, Catherine HanleyThe Empress Matilda: Queen Consort, Queen Mother and Lady of the English, Marjorie Chibnall