La ciencia y la tecnología han dado al hombre la facultad de dejar sus huellas en la luna, pero ninguno ha sido involucrado en el juicio de valor sobre si se debía construir cápsulas para transportar astronautas al espacio exterior. Y los científicos están ahora capacitados de producir vida en un tubo de ensayo. ¿Es esto otra de las realizaciones magníficas del hombre o apunta al sacrilegio, a un mal uso horroroso del conocimiento humano? Cuestiones como estas implican claramente valores morales y sociales – y los valores son el coto propio de la filosofía.
Si queremos encontrar nuestro camino por un sendero oscuro, entonces es la filosofía la que debe encender la linterna. Ninguna otra disciplina puede ayudarnos. La historia puede contarnos cómo los hombres actuaban en el pasado; puede contarnos qué objetivos perseguían, o podemos adoptar estos valores como nuestros propios. La ciencia puede darnos el poder para transformar la faz de la tierra y extender nuestro dominio más allá de nuestro planeta. Pero la ciencia nos es más capaz que la historia cuando se trata de evaluar un curso apropiado de la acción humana. La historia y la ciencia constituyen el conocimiento del poder, pero se quedan mudas en el ámbito de los valores. Solo la disciplina de la filosofía puede distinguir el bien real del aparente, los deseos desordenados de las necesidades legítimas, y el correcto orden de prioridades siempre que los deseos individuales (y también los derechos legítimos) entran en conflicto con el bien común de la sociedad como un todo – una circunstancia que hoy es un lugar común.
¿El siglo XX? Sí, estimado lector, no es un error, porque el texto anterior es la primera parte de un artículo que fue escrito hace 39 años por Otto A. Bird, Profesor de la Universidad de Notre Dame, Indiana, EEUU, en el Libro del Año 1975 de la Enciclopedia Británica, y que llevaba el mismo título, “The Relevance of Philosophy Today”. Otto A. Bird murió en 2009 a los 94 años. ¿No parece que podría ser escrito en el Siglo XXI? En esta enésima revolución industrial o tecnológica que estamos viviendo, ¿necesitamos cada vez una revolución de los valores? ¿Debemos “innovar” también los valores? ¿O es mejor aplicar los valores de siempre?
(*) “Vivienda abierta” – “open housing”, se refiere a un mercado de la vivienda en el que no hay discriminación a la hora de alquilar o comprar una vivienda. El término apareció en las leyes de EEUU en los años 1960.