La religión como concomitante evolutivo
La vinculación de la religión con la teoría de la mente choca como algo particularmente plausible. El antropólogo Stewart Guthrie esgrime una hipótesis similar en su libro Faces in the Clouds: A New Theory of Religion (Oxford University Press, 1995), que atribuye a la religión el antropomorfismo, "la atribución de características humanas a cosas o eventos no-humanos." Nuestro antropomorfismo es un rasgo innato y adaptable, sostiene Guthrie, lo que aumenta las posibilidades de supervivencia de nuestros antepasados." Frente a la incertidumbre crónica sobre la naturaleza del mundo, el adivinar que algo es semejante a la humano o que tiene una causa humana constituye una buena apuesta", explica Guthrie.
Si un Neandertal confundiera el crujido de un árbol de fuera de su cueva con un agresor, no sufriría otras consecuencias negativas que no sea un momento de pánico, argumenta Guthrie. Si el hombre de Neandertal confundiera un asaltante con un árbol, las consecuencias podrían haber sido calamitosas. Tal como la selección natural refuerza nuestras tendencias antropomórficas, continúa Guthrie, se extendería a toda la naturaleza, y convenciéndonos a nosotros mismos que "todo el mundo de nuestra experiencia no es más que un espectáculo organizado por algún maestro dramaturgo", es decir, Dios.
Otra interesante teoría de la religión o, más concretamente, de experiencias religiosas o místicas, la propuso el radiólogo Andrew Newberg. Usando tomografía computarizada de la emisión de un solo fotón (una variante de la más conocida tomografía por emisión de positrones, o PET), Newberg ha escaneado el cerebro de monjas católicas rezando y de monjes budistas meditando, y han encontrado algunas coincidencias entre su actividad neuronal y la excitación sexual, escaneada por otros investigadores. La correlación tiene sentido, según Newberg. Igual que el sexo implica una actividad rítmica, también lo hacen las prácticas religiosas, como cantar u orar, bailar o la repetición de un mantra. De igual manera que los orgasmos, las experiencias religiosas producen sensaciones de éxtasis, de auto-trascendencia y unidad, que puede ser la razón por la que algunos místicos describen sus arrebatos en un lenguaje romántico e incluso sexual.
Consideremos la descripción de su visión de Cristo de santa Teresa de Jesús, en el siglo XVI: «... Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios.» — Vida de Santa Teresa, cap. XXIX.
Las teorías de Guthrie y Newberg implican que la religión se originó con lo que los biólogos Stephen Jay Gould y Richard Lewontin llaman a un "tímpano". Tímpano es el término arquitectónico que denomina el espacio entre un arco y la estructura que lo circunda. El tímpano no tiene, en principio, función alguna, es sólo un subproducto del arco. Gould y Lewontin, tomó prestado dicho término para referirse a los productos accidentales de la evolución. Tal vez la religión sea un tímpano concatenado de las adaptaciones, de igual manera que el orgasmo o la teoría de la mente sirven para evidentes fines biológicos.
Ahora que, sólo porque una característica se originara como un tímpano, no significa que no tenga ningún valor. Tal como William James apuntó en su clásico libro «La variedad de la experiencia religiosa», el origen biológico de las creencias religiosas nada tiene que ver con su verdad y su valor o la carencia de ambos, ya que todas nuestras percepciones, pensamientos y creencias, incluyendo la idea de que la religión es una patraña, tienen su origen en la biología. Un informe de 1997, publicado en la Revista de Neuropsiquiatría y Neurociencias Clínicas, sugiere que los iconos religiosos, como Santa Teresa, San Pablo, Juana de Arco, Jesucristo o Mahoma, podrían haber sufrido de epilepsia u otros trastornos cerebrales. Pero esta diagnosis no invalida la profundidad de su fe, no más que la enfermedad de un artista como Van Gogh o la del científico John Nash (A Beautiful Mind), que menoscabe alguno de sus logros. Como insistió James, las visiones religiosas deben ser juzgadas por sus frutos, no por sus raíces.
Por supuesto, si un tímpano se define como algo intrínsecamente sin propósito, entonces todo es un tímpano, incluido el hombre, la vida y el universo entero.
Fuente: http://bitnavegante.blogspot.com/Añadir