Hacía muy pocos días que se había
presentado la
primavera de 1973.
Mi mujer, que estaba embarazada de seis meses de nuestra
primera hija, me acompañaba.
Franco aún vivía. Habíamos ido unos días a
Torrijas, a casa de la tía Amelia, a reconciliarnos con mi padre. A falta de
posada en el pueblo (la antigua hacía años que había desaparecido), la tía
Amelia nos acogía en su casa. Aquel día coincidimos en la mesa, entre otras
personas, con un sacerdote bastante joven. Le habían enviado desde el
arzobispado a que echara un vistazo a un crucifijo que tenían en la iglesia
parroquial. Torrijas era un pueblecito de unos 100 habitantes por aquel
entonces, situado en las estribaciones del Javalambre en la provincia de
Teruel, a 1.400 metros
de altitud, en el interior de la Península Ibérica… en otras palabras un lugar
olvidado de la mano de
dios.
Parece que el sacerdote en
cuestión era una especie de experto en arte. Había sensación de cambio de
vientos y se olía que el fin de la dictadura estaba cerca. Alguien pensó que
era el momento de recoger obras de arte de las iglesias y quitarlas de allí,
bien porque podrían ser destruidas ante un eventual conflicto civil o bien ante
la posibilidad de que gente del nuevo orden se hiciera con ellas. Recuerdo que
expresé en voz alta mi pensamiento diciéndole al sacerdote que esa obra era del
pueblo y que le pertenecía, que no me parecía bien que se la llevaran al
arzobispado o al Vaticano. Ahí quedó la anécdota que incluía un ligero
encrespamiento por mi parte, que supongo percibieron los demás. ¿Cómo había ido
a parar a ese pueblecito, pobre de solemnidad, una obra de arte valiosa? No lo
sé, pero pienso que
por dios se hace cualquier cosa. Los tiempos de
creyentes en todas las culturas están por encima de cualquiera que viva en ella.
Todo el mundo está inmerso e impregnado de una corriente que conforma maneras
de ser.
Y el artista no escapa a ello.
Esté donde esté, tiene que expresar lo que siente. ¿Y qué mayor sentimiento que
el amor a dios, a su dios? Todos los pueblos del mundo están salpicados de arte
religioso (arte sacro). No hablo sólo de cerámica, como en este caso, sino de
todas las artes, incluida la música, por supuesto. No nos tiene que extrañar
pues, que un artista, sintiendo una devoción, exprese ese sentimiento de la
única forma que lo sabe hacer: Pintando, esculpiendo, componiendo música,
construyendo catedrales… Creando. Me impresionan particularmente las pinturas
rupestres de hace miles y miles de años. Pero es que además, seguro que tenían
una connotación religiosa. El curandero-artista buscaba plasmar los misterios
insondables del alma de las cosas percibidas en la naturaleza, dio el gran paso
e intentó atraparlo dibujando unos gráficos dentro de la cueva.
Ayer fui con un grupo de amigos
artistas literarios al castillo de Cullera a visitar una exposición de uno de
ellos sobre su colección de benditeras o piletas para agua bendita. Algo muy
especial. Debido a su inclinación religiosa, en cada uno de sus viajes ha ido
recogiendo estos objetos, principalmente cerámicos; los ha ido guardando y
ahora los expone en su pueblo en un marco increíble.
Siguiendo esa especie de interés
mío de delimitar al hombre de entre los animales, y después de haber encontrado
que la inmensa mayoría de las diferencias físicas y psicológicas se acaban
solapando, de concluir que la única diferencia entre nosotros y ellos es
cuantitativa, de ver que sólo tenemos
la esclerótica más visible que ellos
debido a que tenemos una pupila más pequeña, de observar con sorpresa y
satisfacción que ellos también son inteligentes, también sienten, también aman...
de darnos cuenta de que son como nosotros pero que sencillamente están a otro
nivel… Por fin nos topamos con algo exclusivamente humano: El arte.
¿Para qué te voy a señalar
grandes obras de arte religioso de la Humanidad? ¿Qué más da? Si nos paramos un
poco a pensar, seguro que recordamos algunas. Es más, tampoco hace falta que
sean grandes, se trata de arte. Podemos verlo por cualquier lugar, desde la
simple cruz de entrada al pueblo, al candelabro de la ermita, la escultura del
santo de nuestra parroquia, o el fresco pintado sobre cualquier altar. Y ya no
te digo si vas a una ceremonia religiosa solemne en la que alguien saque del órgano
sonidos celestiales.
Es el Ser Humano. Se trata de su
grandeza, expresada desde sus sentimientos y plasmada en algo único
creado
por él. Todo empezó desde el misterio, se hizo algo para su dios o sus
antepasados. ¡Qué grande es el arte creador! ¡Todo eso sólo puede hacerlo el
hombre!
Caña a la falta de
educación que impide nos acerquemos al arte.
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Johann Sebastian Bach
- Tocata y Fuga Re menor BWV 565
Mozart -
Requiem
Monjes de Silos - Canto Gregoriano, Introitus Spiritus Domini
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Joan-Llorenç
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