Tengo muchas remeras rockeras con las que me encariñé. Muchas que uso hace años, y otras que tuve y fui desechando (por ser de grupos que ahora no me gustan, más que nada: todas me quedarían si las tuviera, a lo sumo un poco más chicas, como para usar de entrecasa).
Si tengo que elegir una y sólo una me quedo con la que tiene la foto de portada de Marquee moon, de Television. Además de ser uno de mis discos favoritos -sino el más-, esa imagen tomada por Robert Mapplethorpe siempre me pareció hipnótica: no son cuatro seres humanos que hacen rock, sino que parecen extraterrestres congelados en un instante de máxima concentración. De Tom Verlaine siempre lo pensé -por su voz, por su manera de tocar la guitarra y por sus letras- pero los demás podrían haber sido tipos comunes si no fuera por esa foto. Para la remera que mandé hacer -es difícil conseguir remeras de Television, no son ni los Ramones ni los Stones- invertí los colores de la tapa: la remera blanca, las letras negras y la foto en el medio.
Elijo esta prenda porque ese disco de TV es un clásico algo oculto y todo aquel que lo conoce me lo hace saber cuando llevo la camiseta puesta: me pasó después de tocar en un bar, que el tipo de la barra agitara su puño desde lejos, mirándome, en señal de aprobación. Creí que le había gustado la música… pero cuando me acerqué descubrí que su alegría era por esa foto. Me contó que tenía el disco en vinilo y CD, y que también era uno de sus favoritos. Otro saludo de este tipo sucedió en un show de… ¡Onda Vaga! (probablemente el último show en el que imaginaría encontrar no un fan, siquiera un conocedor de la obra de Verlaine y Cía.). El flaco en cuestión fue casi tan entusiasta como el de la barra del bar y equiparó a Marquee moon con el debut de Velvet Underground, la vaca sagrada del rock alternativo.
Después hubo otros tantos saludos, cerveza ofrecida en cantidades en un show de los New York Dolls, cortesía de tres pibes emocionados que me daban toda la birra que tenían al grito de “¡Aguante Verláin!”, y pulgares para arriba por la calle (contados, no llegan a los dedos de las manos, ojo). Pero lo más gracioso sucedió cuando entrevisté a Walas para La música es del aire. Debo confesarlo: llevé la remera sabiendo que era probable que me dijera algo al respecto. En realidad, deseaba que lo hiciera. La nota se hizo en la previa de un show de Massacre en San Miguel, adentro de la camioneta de la banda, totalmente a oscuras. No bien me vio, Walas miró la remera y lanzó una de esos preguntas entre bizarras y lúcidas que suele tirar en los shows: “Ese disco… ¿es genial o es una mierda?”. Sonreí por dentro, había funcionado. Por supuesto, Walas me contó que tenía el disco, que le gustaba pero a la vez le parecía negativo que no tuviera hits comparado con otros álbumes de grupos de la época (creo que mencionó a Blondie y Ramones entre ellos; lo “negativo” lo interpreté así yo, creo). Nuestros primeros minutos de charla a oscuras fueron sobre Marquee moon, y al final del debate me preguntó “¿pero a vos te gusta el disco?” y, claro, le respondí que era mi disco favorito.
En fin. A veces las remeras pueden funcionar como un código que entienden pocos, y en este caso esa foto genial estampada en una remera blanca me trajo varias anécdotas graciosas. Creo que se merecía ser ella la destacada y, aunque menos, la sigo usando de vez en cuando. Una cerveza no se le niega a nadie…
[Publicado en Arte Zeta el 4 de abril de este año, invitado a la sección Remeras rockeras.]