Desde el mismo día de los comicios, cuando el recuento de votos permitía adivinar el resultado final, apuntábamos en este blog el arranque de un tiempo nuevo en la democracia española que obligaría al diálogo y los acuerdos para conformar mayorías que faculten la gobernabilidad del país. E indicábamos que ello sería, en sí mismo, bueno para una oportuna regeneración del sistema político por cuanto nadie podría, como era costumbre, imponer sus únicos criterios sin atender los de otros grupos afines o contrarios. Un tiempo nuevo que traería la necesidad de entendimiento entre distintas formaciones y tener que admitir las aportaciones o enmiendas de cuantos participen a sostener al Gobierno. El fin del bipartidismo y la aparición de nuevos partidos emergentes eran saludados, entonces, como una bocanada de aire fresco que vendría a renovar la cargada atmósfera viciada de la política en España. Y confiábamos en la capacidad de las distintas formaciones políticas para anteponer los intereses generales del país a los suyos propios, actuando con alturas de miras y sentido de la responsabilidad. Pero, por lo visto, erramos en la apreciación..Más de cien días sin poder formar gobierno son demasiados para demostrar la incapacidad de los partidos al pacto y la negligencia en atender el mandato de los ciudadanos: constituir un gobierno que refleje la pluralidad de los votantes.
PSOE y Ciudadanos acuden a esa reunión con el pacto de gobierno que fue rechazado por el resto de los grupos parlamentarios para investir al candidato socialista como presidente de Gobierno en marzo pasado. Ambos socios persiguen que se sume a ese acuerdo Podemos, aunque Ciudadanos preferiría que fueran los Populares los que indirectamente apoyasen la investidura del líder socialista mediante su abstención. Podemos desconfía de ese pacto porque considera que las medidas económicas que contempla son idénticas a las implementadas por el Partido Popular y que han supuesto recortes, empobrecimiento generalizado de las clases medias y trabajadoras y disminución de las prestaciones sociales. Y Ciudadanos, y en menor medida el PSOE, no se fían de los compromisos adquiridos por Podemos para convocar referendos que materialicen el “derecho a decidir” en aquellas comunidades que lo exijan con especial intensidad. Ambos partidos, PSOE y Ciudadanos, no admiten ese supuesto derecho de autodeterminación que el referéndum ofrece a las aspiraciones de independencia de algunos territorios, como Cataluña, País Vasco o Galicia. Las desconfianzas y los recelos, por tanto, son enormes entre quienes entablan mañana negociaciones para alcanzar algún acuerdo de gobernabilidad y anteponen estos asuntos como grandes “líneas rojas” que ninguno de ellos tolerará sean rebasadas bajo ningún concepto. Al menos, en principio, antes de sentarse en la mesa.
Por ello, y aunque sea casi imposible, parece que esta vez se puede conseguir coronar un acuerdo de mínimos que posibilite que Pedro Sánchez sea investido presidente de Gobierno, con el apoyo de unos y la abstención de otros. A pesar de las diferencias programáticas y las exigencias mutuas, existen varias posibilidades para la constitución del próximo Ejecutivo, que pasan por un Gobierno de coalición PSOE y Podemos, con el apoyo de Ciudadanos desde la oposición, o bien PSOE y Ciudadanos, y Podemos reservándose la llave parlamentaria desde la oposición. Para ello sólo es necesario que Podemos ceda en lo relativo al programa económico de Ciudadanos, ya pactado con el PSOE, y que Ciudadanos ceda al programa social de Podemos, con las limitaciones de gasto establecidas por Bruselas. Todo lo demás se abordaría en negociaciones puntuales en el Congreso a la hora de aprobar iniciativas legislativas del Gobierno oproposiciones de ley y mociones de las Cortes. Si la voluntad de los que se reúnen mañana es formar gobierno y no buscar argumentos para declararse incompatibles unos con otros, disponen de la última oportunidad para lograrlo. De lo contrario, los votos en unas nuevas elecciones reflejarán la frustración del electorado, harto de cambalaches partidistas.