La república cortada en dos

Por Mneudecker77 @mneudecker

Los franquistas llegan al mar.

El 15 de abril de 1938, hace hoy 75 años, los soldados navarros de Franco llegaron a Vinaroz, en la costa al norte de la provincia de Castellón. Habían atravesado Aragón y derrotado a los soldados republicanos que habían huido en masa presos del pánico. Los soldados de Franco ya no podían avanzar más. Habían llegado al Mar Mediterráneo, y con ello habían cortado a la República Española en dos.

Cuando los soldados navarros del general Camilo Alonso Vega se bañaron en la playa de Vinaroz el destino de la República estaba sellado. Este baño no era una anécdota. Significaba el triunfo estratégico del ejército de los militares sublevados en julio de 1936. Necesitaron casi dos años para llegar al Mar Mediterráneo, pero al final lo consiguieron y con ello cortaron en dos el territorio de la República.

Al norte de Vinaroz quedaba Cataluña, con su importantísima industria militar y su reserva de hombres para el Ejército Popular republicano. Además, desde que el Gobierno republicano se trasladó a Barcelona en octubre de 1937, ésta era también la capital de la República. Cataluña era un territorio que hasta ese momento se había encontrado en la retaguardia, lejos del frente y por tanto a salvo de los ataques franquistas excepto desde el aire, ya que Barcelona llevaba sufriendo devastadores bombardeos italianos que en marzo de 1938 habían llegado a su apogeo.

Prisioneros republicanos.

Pero Cataluña también era fundamental porque era la ventana al exterior de la República. El puerto de Barcelona era una entrada importantísima para las mercancías que llegaban desde el mar –siempre que pudieran sortear a los submarinos italianos y barcos franquistas que trataban de hundirlas. Así era como llegaban alimentos, ropa, material industrial y también, por supuesto, armas cruciales para la resistencia del Ejército Popular. Con el corte del territorio republicano en dos, el puerto de Barcelona ya no servía más que a Cataluña, pero la República aún conservaba Valencia y Cartagena.

Sin embargo, lo que ciertamente hacía imprescindible a Cataluña era su conexión terrestre con Francia. Era desde allí de donde llegaba el grueso del material bélico fundamental para el futuro republicano –siempre y cuando que los franceses lo dejaran pasar. Y es que desde prácticamente el principio de la guerra se había dictado un embargo de venta de armas a las dos partes enfrentadas en la Guerra Civil, pero éste sólo afectaba en realidad a la República. Franco siempre pudo contar con la abundante y descarada ayuda alemana e italiana, mientras que la República sólo contaba con el suministro de la URSS, mucho más lejana. Francia a veces levantaba la mano y dejaba pasar las armas, pero cuando lo hacía se notaba, y mucho.

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Por lo tanto, Cataluña quedó separada del resto de la República, la llamada “Zona Centro”. Ésta comprendía una gran masa de tierra con algunas ciudades importantes como Madrid o Valencia, pero era fundamentalmente una zona rural muy poco industrializada y con pocas y malas infraestructuras. El Ejército Popular en esta zona carecía de material necesario para atacar a los franquistas, y desde su separación de Cataluña ya sólo podía mantenerse a la defensiva.

Esta circunstancia ayudó mucho a que el comandante republicano de esta zona, el general Miaja, el héroe de la resistencia de Madrid en noviembre de 1936, se convirtiera en una especie de rey independiente. Con el Gobierno lejos, en Barcelona, Miaja hacía y deshacía a su antojo. Se estaba preparando un caldo de cultivo que estallaría un año después, en marzo de 1939, cuando Miaja y su jefe de estado mayor, el coronel Casado, dieron un golpe de estado en Madrid contra el presidente de la República con el objetivo de rendirse a Franco.

Un golpe mortal para la moral
El corte de la República en dos supuso un golpe muy duro a la moral de sus dirigentes. En diciembre de 1937 cundió la euforia tras la captura de Teruel, la primera capital de provincia que se recuperaba por parte de los republicanos y una noticia excelente tras los fracasos de 1937 y la pérdida de las provincias del norte de España. Pero el éxito duró muy poco. Un contragolpe de Franco reconquistó la ciudad y, aprovechando el embite, persiguió a los republicanos hasta el mar. Ahora, en la primavera de 1938, en vez de estar en Teruel, los republicanos habían perdido todo Aragón y los franquistas estaban entre Valencia y Cataluña.

Juan Negrín.

Este desastre pasó factura. El entonces ministro de Defensa, el líder socialista Indalecio Prieto, entró en un estado de depresión que rayaba el pánico, lo que le incapacitaba seguir en el puesto. Dejó de ser ministro el 5 de abril. Le sustituyó el jefe del Gobierno, Juan Negrín. Nunca se lo perdonó.

Negrín era a esas alturas el único dirigente político republicano que, junto a los comunistas, todavía creía en las posibilidades de supervivencia de la República si seguía resistiendo. Calculaba que la política agresiva de Hitler en Europa, que comenzó en marzo de ese año con la anexión de Austria, llevaría irremediablemente a la guerra entre los estados fascistas y las democracias. La República saldría entonces de su aislamiento, se levantaría el embargo y sería auxiliada por Francia y el Reino Unido. Pero para eso había que aguantar, con cada vez menos apoyo interno, menos soldados, menos material y menos territorio.

Hace 75 años Franco llegó al Mediterráneo. Ya estaba a mitad de camino entre Barcelona y Valencia, amenazando a ambas urbes. Sus soldados se apostaron en la orilla del Ebro confiados en su victoria segura. Pero en su autoconfianza no supieron ver que en la orilla opuesta del Ebro se estaba preparando una sorpresa. La República todavía no estaba vencida, ni mucho menos.