«En la mayoría de los casos, el sufrimiento “como se ve en TV” se expresa por medio de las imágenes de los escuálidos cuerpos de los hambrientos y de los rostros transidos de dolor de los enfermos. El hambre pide a gritos el suministro de comida; la enfermedad exige medicamentos y atención médica. Ambas cosas llegan rápidamente: camiones cargados del exceso de alimentos que, para mantener altos los precios y las ganancias de los accionistas, se apilan en los depósitos de los países pudientes; y los obstinados, nobles y devotos voluntarios de Médicos sin Fronteras que traen medicamentos sobrantes que, por las mismas razones llenan los depósitos de las multinacionales farmacéuticas. No se muestra ni se dice nada de las causas del hambre y de la enfermedad crónica. Nada se dice de la constante destrucción de modos de vida por el comercio sans frontières, del quiebre de las redes de seguridad sociales bajo la presión de las finanzas sans frontières, o de la ruina de suelos y comunidades enteras causada por los monocultivos promocionados por los vendedores de semillas transgénicas en estrecha cooperación con los misioneros de la racionalidad económica del Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Más bien, se sugiere de manera convincente y enérgica que lo que se ha visto por TV es una calamidad que se cierne sobre tribus lejanas, exóticas y “muy distintas de nosotros”, que por sus propias faltas han caído en la indignidad. Y que, gracias a Dios (o a nuestra prudencia), alguna gente afortunada y de espíritu noble como nosotros, afortunada por ser tan sensible e industriosa, está dispuesta a salvar a los desgraciados de las terribles consecuencias de su mala fortuna y de su conducta irreflexiva, motivada por la ignorancia o la desidia. Cuando llega el día de Band Aid o de Comic Relief, las celebridades que intentan atraer nuestra atención, rodeadas de los experimentados animadores que están ahí para mantenernos atentos y de las computadoras destinadas a que nos sintamos orgullosos de estar prestando atención al programa, sostienen el espectáculo de nuestra generosidad y se emocionan hasta las lágrimas por nosotros mientras nos mantienen informados del vertiginoso progreso de nuestra caridad. Como por arte de magia, nos vemos transportados de entre las sombras del escondrijo en el que nos refugiábamos como cómplices de los malhechores a la algarabía del desfile de los magnánimos y desinteresados chevaliers sans reproche. Nuestra responsabilidad común por las desgracias humanas que se nos invita a reparar no se insinúa en ningún momento, y no echa a perder el festival de nuestra mutua absolución. Se remuerde la conciencia y se la aplaca, simultáneamente, en un solo gesto caritativo». La sociedad sitiada (2004) [Extracto del libro escrito por Zygmunt Bauman] Enlace permanente PensadorZygmuntBauman