Digo: la prueba que vivimos, a pesar de producirse en este estadío tan amable de pasárselo en casa descansando, cocinando, bregando con los niños y el resto de la familia, teletrabajando y entreteniendo el tiempo, me hace pensar en una película de ciencia ficción en la que un super-ordenador se rebela contra los humanos y trata de destruirlos.
El protagonista se acerca al engendro superando todo tipo de ataques en un mundo que se desmorona mientras «Madre», que es el nombre de la computadora, grita: «¡haz la pregunta!», «¡esa no es la pregunta…!» una y otra vez, como si de eso dependiese el buen desenlace de todo.
Quizá todo esto se resuelva cuando nos hagamos la pregunta correcta y nos atrevamos a responderla, como Humanidad y como individuos.
Se me ocurre, aunque lo desee con todas mi fuerzas, que una buena vacuna se quedaría corta si mata el virus pero salimos de aquí sin haber aprendido lo necesario para cambiar de una vez este Sistema alienante y funesto.
Continuar con nuestra vida inmunes al patógeno pero presos del mismo materialismo y la misma desigualdad que asola el Mundo y a la mayoría de los que lo habitan no satisfará a «Madre» (Madre Naturaleza en este caso). Recuperaremos como especie la compostura a tiempo de recibir el siguiente golpe probablemente de pura autodestrucción.
Pensar en términos de Humanidad da demasiado vértigo y dudo que sirva para casi nada, pero conviene recordar que se compone de millones de individuos como nosotros. Yo por mi parte procuraré encontrar mi propia pregunta —relativa a mi propia vida— deseando que llegue el día en que pueda contrastar pero sobre todo compartir contigo, con otros, con todos, la respuesta.