La verdad os hará libres (Juan 8, 32)
“Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, expiró. 51 La cortina del templo se rasgó de arriba abajo en dos partes, * 52 la tierra tembló y se hendieron las rocas; se abrieron los monumentos, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron, * 53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de El, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos. 54 El centurión y los que con él guardaban a Jesús, viendo el terremoto y cuanto había sucedido, temieron sobremanera y se decían: Verdaderamente, éste era hijo de Dios”.
San Mateo 27: 50-54No soy un voz autorizada en estos temas. En primer lugar no soy doctor de la Iglesia y en segundo he de confesar que mi fe es quebradiza, andando entre el culto subgenio y el pastafarismo según con qué pie me levante. Pero como a la vez tengo un alma inquieta, llega la Semana Santa y a mi alrededor (en el trabajo, en el parque, en el bar durante el descanso del derbi), todo el mundo debate sobre teología y la vida, figura y pensamiento de Jesús de Nazaret, he querido informarme. Para ello he cogido el ejemplar de La Biblia que tengo en casa, edición Nácar-Colunga, que según tengo entendido es una versión fetén, o al menos la más común por estos lares.
Y me he encontrado con el fragmento arriba indicado. Vuelvan a leerlo y reflexionen.
Santo Entierro (1602-1604). Caravaggio
Bueno, en primer lugar he de decir que una lectura un tanto apresurada de distintos evangelios sobre el mismo hecho –muerte y resurrección de Jesús– me ha formado un lío importante. No comprendo como un hecho tan trascendental, piedra angular de toda la doctrina, puede dar pie a versiones tan contradictorias y confusas. Metidas todas en un sumario cualquiera harían enloquecer hasta al juez Ruz. Hay personajes que desaparecen y aparecen de una a otra, algunos hechos cambian. En fin, que está todo tan embarullado que no me extraña que fariseos y romanos se fueran de rositas. Lo habitual.
Perdón, vuelvo. Según los estudiosos, San Mateo es, de los evangelistas, el que tiene un estilo más sobrio. Podríamos decir que es el más ‘reportero’ de todos. Se limita a describir y dar pinceladas sobre los personajes y las situaciones. El mismo espíritu que recogió Pasolini en su película. Pues bien, si me pongo en redactor jefe, lo que me traes es impublicable Mateo, necesita un par de vueltas como mínimo.
Yendo al fragmento en cuestión, Mateo se regala en exceso, nada que ver con un cronista. El redactor se pone creativo y se marca un momento de ‘cine de catástrofes’ que tira de espaldas. Y la lía, el santo varón. Según él, la muerte de Jesús supone una sacudida digna de figurar en los anales, con la tierra temblando y las piedras haciéndose añicos. Y lo que es más llamativo: la resurrección de los santos. De “muchos”, ojo. De repente un pelotón de santos sin identificar resucitan y se pasean entre la gente, como si tal cosa. No quiero ser irreverente pero no me pueden negar que tiene un toque The walking dead evidente, aunque parece que los santos tenían mejores intenciones que los caminantes. Lo parece, porque ante algo tan gordo el cronista no da ningún detalle y en seguida pasa a lo siguiente; se ve que semejante prodigio no le motiva. Ni al cronista ni a los protagonistas. Terremotos, muertos vivientes y la gente como si tal cosa. Parece que solo se dan por aludidos los soldados que guardaban a Jesús, los únicos sensatos que reaccionan ante tales maravillas. El resto a seguir con sus cuidados, haciéndose los cosmopolitas en plan yo ya lo he visto todo.
Jardín teológico
Esta resurrección masiva supone además un problema teológico, ya que estos intrusos no podían resucitar antes que Jesucristo. Sólo a través de la muerte y resurrección de Jesús es posible la del resto. Un orden, por dios, no se me apelotonen. El desliz dramático de Mateo pone en un aprieto a la doctrina, con lo que en la edición que tengo la Iglesia se ve obligada a salir al paso de las declaraciones de su evangelista con una nota aclaratoria:
Este hecho nos es transmitido sólo por San Mateo; su interpretación es difícil, y por esto, objeto de varias opiniones. En el sentido obvio, esos santos se habrían adelantado al Señor en la resurrección, lo que no puede admitirse. ¿Habrá anticipado el evangelista la resurrección de los santos? ¿Esos que, resucitados, salieron de sus sepulcros, volvieron a morir? Otros tantos misterios. Lo indudable es que esa resurrección, cualquiera y como quiera que sea, es señal de la victoria de Jesús sobre la muerte y de la liberación de los que le esperaban en el seno de Abraham.
Resurrección de Cristo (1597-1604). El Greco.
Los aficionados a las notas de los gabinetes de los partidos políticos habrán notado una sensación familiar: la explicación aún empeora las cosas. Para empezar dispara en varias direcciones, como intentando dar con la tecla y tapar todas las posibles vías de agua. En plan “los papeles son falsos y en ellos se prueba que somos inocentes”. ¿En qué quedamos? Y, sobre todo, ¿por qué das por hecho que soy imbécil?
Primero se le echa un poco de tierra al bueno de Mateo: esto es cosa suya, él sabrá por qué lo cuenta, el resto no dice lo mismo. Deben ser inspiraciones del Espíritu Santo sacadas fuera de contexto. Luego admite el jardín teológico, lo que le honra, pero no da con una solución lógica. Llega a preguntarse si, en un giro cómico de los acontecimientos, los resucitados vuelven a morirse, aguardando el regreso de Jesús. Resucitados en sala de espera porque los papeles no están en regla. Y la guinda, para el final, con ese “Lo indudable…” que nos dice que sí, que vale, que no me interesa nada seguir hablando de esta contradicción flagrante, meto a piñón el argumentario de reglamento y p’alante, que yo he venido a hablar de mi libro.
Y nos quedamos como empezamos, con un episodio incomprensible más, en un libro repleto de ellos. La Biblia tiene pasajes impagables, de gran altura. El Eclesiastés es mi favorito. Pero hay otros, lamento decirlo, que no están a la altura, tramas pensadas “para el espectador medio” que hoy no compraría un niño mínimamente avispado.
Verdad relativa
Pero no hay que preocuparse. Todo buen católico sabe que el Evangelio sólo es un elemento más de la doctrina, junto con el Catecismo y la Sagrada Tradición. A diferencia de otros cultos cristianos, el católico relativiza el texto sagrado. Así que lo que diga Mateo está bien, pero lo que vale de verdad es la interpretación que hace la Iglesia de sus palabras y la tradición que ha ido conformando la doctrina desde su nacimiento. No quisiera pecar de hereje, pero a mí no me parece muy convincente que la palabra inspirada directamente por dios valga menos que la inevitablemente cambiante interpretación que se haga a través de los siglos. Qué sabré yo.
Así que, además de que no fue mi intención, poco pueden ofenderse los creyentes ante este humilde análisis de la palabra divina ya que no soy quien para interpretar el texto, eso es competencia exclusiva de unos señores elegidos por la Providencia. Y un par de secretarías, que la Providencia sola no puede con todo.
A quién le ofenda en su fe le ofrezco una píldora de una de las dos patas de la mía, el pastafarismo. Ahí va el primero de nuestros mandamientos, los “realmente preferiría que no“:
Realmente preferiría que no actuaras como un imbécil santurrón que se cree mejor que los demás cuando describas mi tallarinesca santidad. Si alguien no cree en mí, no pasa nada. En serio, no soy tan vanidoso.
Y hasta aquí mi sermón de esta semana. Podéis ir en paz.