La Retornada (2017), la tercera novela de Donatella Di Pietrantonio (1962), ha sido un fenómeno en Italia, con un gran éxito de ventas y un reconocimiento como el Premio Campiello. Su historia, que se sitúa en los años setenta del siglo XX, narra el regreso de una muchacha a casa de su familia biológica, en un pueblo de los Abruzos (tierra natal de la autora). En realidad, no se trata de un «retorno» como tal: la niña, de trece años, se ha criado con unos tíos, de mejor posición social, que de pronto se deshacen de ella sin darle explicaciones. La protagonista relata en primera persona su llegada a ese hogar que le resulta ajeno, inhóspito, un hogar donde la comida escasea, todos recelan de ella y las viejas costumbres se imponen. Solo la hermana pequeña, Adriana, la ayuda a adaptarse. No se revela el nombre de la narradora, la llaman por un apodo, la Retornada, como un recordatorio constante de su desarraigo, de que nunca será una de ellos.Sin duda, el planteamiento, la concepción de la trama, está muy bien encontrado. En el pasado no era insólito que los padres de familias numerosas «cedieran» a uno de sus hijos a unos parientes más adinerados; y en esa localidad de los Abruzos donde se desarrolla la novela se respira lo añejo, el tiempo no transcurre tan rápido como en la capital. La idea de un regreso, de un cambio de familia, puede dar mucho juego. Hasta entonces, la niña había crecido como hija única de unos padres que la mimaban, que estaban pendientes de sus estudios, y además vivía en la ciudad. El retorno supone una transformación en todos los aspectos: familia numerosa, sin recursos, en un hogar minúsculo y descuidado, entre hermanos varones que frecuentan las malas compañías y colchones que huelen a orina. Se produce una pérdida de calidad de vida, tanto en lo material como (al menos de entrada) en lo emotivo, porque sus parientes biológicos no la reciben con los brazos abiertos, ni se muestran proclives a las demostraciones de afecto. Está asimismo la cuestión de la edad: el traslado se da en pleno despertar sexual de la joven, con hermanos adolescentes merodeando por casa.A pesar de dar con un conflicto con mucho potencial, La Retornada deja la sensación de ser una oportunidad desperdiciada. No basta con tener un buen tema entre manos, hay que saber narrarlo con estilo, exprimirlo, no quedarse en la superficie. Eso es lo que ocurre: la novela resulta demasiado «blanda» en todos los aspectos. El desarrollo, previsible desde el principio. Los personajes, planos y tópicos (la protagonista bella y torturada, la hermanita de buen corazón, el hermano violento y el hermano compasivo, la madre oprimida). Sin embargo, quizá lo peor sea la falta de vigor en la narración, esa voz tan endeble, que no consigue mantener la tensión en ningún momento y cae en los clichés cursis acostumbrados (solo a modo de ejemplo: «aquella oscuridad poblada de respiraciones», p. 23, «esperé una nueva calma dentro del pecho alterado», p. 75, «En mi pecho momentos de frescura en forma de corazón», pp. 83-84).
Donatella Di Pietrantonio
Algunos lectores han visto semejanzas entre La Retornada y Elena Ferrante. Estamos en lo de siempre: lo importante es la forma de narrar. De poco sirve que haya cierta afinidad en los temas (mujeres jóvenes en un entorno sórdido, alianza femenina, pobreza, la chica estudiosa en un ambiente humilde), y hasta en los referentes (la autora cita un pasaje de Mentira y sortilegio, de Elsa Morante, en el epígrafe), si difieren por completo en el arte de juntar las palabras, de insuflar vida a los personajes, de dar una vuelta de tuerca al cliché para aportarle algo personal. Una de las características de Elena Ferrante es, precisamente, la complejidad de la relación entre mujeres, los recovecos, la amplitud de su mirada, nunca amable, nunca fácil. La Retornada, en suma, es una novela mucho más llana, insípida y complaciente.