Recientemente, el Espíritu Santo me tocó y me guió a este pasaje: “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (Judas 20-21). A medida que leía estos versículos, oí al Espíritu susurrarme: “David, tú nunca has venido a la plenitud y al gozo de mi amor. Tienes la teología correcta, pero no has experimentado el éxtasis y el reposo de permanecer en mi amor. Hasta ahora, sólo has entrado hasta los tobillos. Pero hay un océano entero de mi amor para que tú nades en él”.
La Biblia está llena de la verdad del amor de Dios. Pero a veces, me pregunto cómo es que el Señor pudo haberme amado. No es que dude de su amor; es más bien mi fracaso, el no permanecer en el conocimiento y seguridad de su amor hacia mí.
La revelación del amor de Dios viene en parte cuando nacemos de nuevo. Si uno preguntara a la mayoría de cristianos, qué es lo que conocen del amor de Dios hacia ellos, ellos responderían: “Yo sé que Dios me ama porque Él dio a su Hijo para morir por mí”. Mencionarían Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Es un momento maravilloso cuando uno entiende esta verdad. De pronto se da cuenta: “Dios me amó cuando estaba perdido, deshecho y era un extraño. Y Él me demostró su amor por mí, sacrificando a su propio Hijo a favor mío.
Pocos cristianos, sin embargo, aprenden a ser guardados en el amor de Dios. Conocemos algo de nuestro amor hacia el Señor, pero rara vez buscamos la revelación del amor de Dios para nosotros. De hecho, si usted le pidiera a la mayor parte de los cristianos que encuentren pasajes bíblicos que señalen el amor de Dios para nosotros, ellos podrían señalar sólo unos cuantos. No obstante, el secreto de una vida vencedora es entender el amor de Dios. Multitudes crecen espiritualmente frías y flojas porque ignoran el amor de Dios para ellos. No saben que su mayor arma contra los ataques de Satanás es estar plenamente convencidos del amor de Dios hacia ellos, a través de la revelación del Espíritu Santo.
En su oración final sobre la Tierra, Jesús dijo: “Padre…me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24). ¡Qué pensamiento tan increíble! Cristo fue grandemente amado por el Padre antes de la creación.
Luego Jesús hizo esta notable oración: “…tú, oh Padre… los has amado a ellos como también a mí” (vv. 21, 23). También oró: “para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos” (v. 26). Cristo estaba diciendo: “Padre, yo sé que tú vas a amar a aquéllos que yo traiga a mi cuerpo, tal como me has amado a mí”.
La implicación acá, es que cuando el Padre amaba a Jesús antes de la eternidad, Él también nos amaba a nosotros. De hecho, cuando el hombre era tan sólo un pensamiento en la mente eterna de Dios, el Señor ya estaba enumerando nuestras partes y planeando nuestra redención: “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor…” (Efesios 1:4-5).
¿Desde cuándo le ha amado Dios a usted? Él le ha amado desde que Él existe, porque Dios es amor. Es su naturaleza misma. Él le amó como pecador. Él le amó en la matriz. Él le amó antes que el mundo fuera. Su amor para usted no tuvo inicio, y tampoco tiene final.
¿Cuándo dejará Dios de amarle? Él dejará de amarle cuando deje de amar a su propio Hijo, lo cual es imposible. Cristo dice: “El Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13:1).
(David Wilkerson, fallecido)