La Revolución Bancaria. Introducción.

Publicado el 21 enero 2014 por Jordi Mulé @jordimule

Estamos viviendo una época histórica en lo económico y social; la crisis actual ha tenido unas causas más o menos sabidas por todo el mundo, pero también está teniendo consecuencias de toda índole. A una de estas consecuencias me quiero referir en esta nueva serie de post, a la que me he tomado la libertad de llamar “la Revolución Bancaria“.

Vamos a repasar las situación del sistema financiero antes de la crisis; por un lado teníamos a los Bancos, por otro a las Cajas de Ahorro, y por otro a las Cooperativas de Crédito y Establecimientos Financieros de Crédito; me ceñiré en este artículo en el primer y segundo grupos. Respecto los bancos, si somos buenos observadores veremos lo siguiente, si bien es cierto que bancos que operen actualmente en España los hay y bastantes, se pueden contar con los dedos de la mano los que realmente tienen un peso específico y son conocidos por el gran público. Otra cosa que podremos notar es que el número de bancos prácticamente no ha cambiado desde el principio de la crisis; puntualizo, se podría argumentar que también se han vendido bancos a otros bancos, pero hay que tener en cuenta que estos eran fílales de alguna entidad rescatada o eran pequeñas entidades con algún que otro problema; si obviamos estos detalles, veremos como el número de bancos que actualmente opera es muy similar al escenario de antes de la crisis. De hecho, el sistema de bancos ya acometió su reestructuración durante los años setenta y ochenta, partía de un escenario tan atomizado como el de las Cajas de ahorro y, a base de fusiones y adquisiciones fue creando empresas cada vez más solventes, gestionadas por banqueros profesionales y con un negocio diversificado.

En cambio, la situación varía drásticamente si miramos el segundo gran grupo de las entidades financieras, las cajas de Ahorro. Antes de la crisis operaban unas cuarenta y cinco cajas la figura jurídica de las cuales no quedaba excesivamente clara, unos las asimilaban a fundaciones, otros las asimilaban a un patrimonio destinado a dar crédito y obra social. Es decir, mientras un banco tiene una forma, estructura y personalidad jurídica de entidad mercantil con todo lo que ello conlleva, resulta que una caja no tenía accionistas a los que dar cuenta, además, un gran tanto por ciento de sus beneficios se debían destinar a obra social y la ley las situaba en la órbita de la Comunidad Autónoma de turno, cosa que provocaba que en algunos casos no operaran con la total independencia del sistema político que sería deseable. El tamaño de muchas de ellas hacía que, a largo plazo, pudieran tener algún problema que otro debido a la globalización económica, a la feroz competencia y al estrechamiento de los márgenes y a ello hay que sumar la brutal expansión que algunas tuvieron fuera de su territorio de origen aprovechando el “boom del ladrillo”, con crecimientos anuales en la partida de préstamos de clientes difícilmente sostenibles a largo plazo.

Por otro lado, se dice que nuestro país está excesivamente bancarizado; el modelo imperante en nuestras ciudades y pueblos es prácticamente el de una oficina bancaria en cada esquina; es decir, se ha optado tradicionalmente por un modelo de banca de proximidad, sobre todo desde los años setenta, con un gran número de oficinas bancarias y entidades compitiendo entre ellas en la misma localidad. La situación se exageró en el momento en que un país que había hecho una apuesta decidida por la construcción, cuando el dinero entraba a raudales a un coste muy bajo y donde muchas entidades de ahorro desembarcaron agresivamente en territorios fuera de su lugar de origen hizo que el número de sucursales abiertas llegara a ser descomunal. El modelo español de banca de proximidad necesitaba una corrección tarde o temprano, y esta corrección llegó de mano de la crisis económica, del fin del sistema de las Cajas de ahorro, de la reestructuración acelerada del mismo y del gran peso que tienen los sistemas de banca por Internet.

La magnitud del sistema bancario español contrasta con el del sistema de muchos países europeos; mientras en España se apostaba por la proximidad, en muchos países se opta por una única sucursal grande situada muy céntrica y a donde el cliente sólo se dirige si debe hacer alguna gestión; para todo lo demás se usa la banca online y una tupida red de cajeros automáticos. A veces decimos que en esos países hay otra mentalidad pero, ante la globalización que vivimos, ¿somos actualmente tan diferentes? yo creo que no.

Realmente en estos cuatro-cinco años hemos vivido una auténtica revolución bancaria; no quiero enumerar hechos por todos sabidos pero me ceñiré en la situación final del proceso, de cuarenta y cinco cajas se ha pasado a dos que operen todavía como tales y además con tamaño muy poco significativo. La gran mayoría de las entidades restantes o son bancos o son bancos herederos de cajas de ahorro; además, muchos bancos de los tradicionales están adquiriendo por subasta, compra u otro medio el negocio de las antiguas cajas, algunas de ellas con más de cien años de historia; se han cerrado infinidad de sucursales bancarias y el empleo en el sector se ha reducido bastante, y ello en un sector tradicionalmente muy estable en términos de ocupación. Si esto no es una revolución bancaria, no se me ocurre qué puede serlo.