Y lo queramos aceptar o no, buena parte de nuestra idiosincrasia y filosofía de entender la vida, posiblemente parta de un gran error. Somos los mejores folcloristas del mundo, desentendidos con los esfuerzos y sacrificios, los más paganos con las convicciones religiosas, los más anárquicos en el mundo del trabajo, los más hipócritas, informales, e indisciplinados. Sin embargo aceptamos con excesiva tolerancia, y respeto los principios y demás valores de otras culturas, sean o no coherentes con nuestras propias convicciones.
Nuestras ancestrales raíces culturales, no han sido nunca perfiladas, mejoradas ni proyectadas a nuevas formas de entender con practicidad objetiva los nuevos retos de sociedades más cultas y avanzadas.
Conformistas sociológicos, practicantes erróneos de la filantropía, innobles, falsos e inconsecuentes en las relaciones familiares y amistosas, despóticos con virtudes como la honradez, el merito, la dignidad, la valentía y osadamente envidiosos como consecuencia del propio reconocimiento por la no superación.
Y lo siento, pero el tema propuesto por nuestro autor y bloger, debe obligarnos a ser autocrítico, con nosotros mismos y nuestras equivocadamente manera de ser, pues lo fácil, lo agradable, es mirarse al ombligo de los mejores narcisistas.
Tal vez, quizás, las mezclas genéticas de diferentes culturas, costumbres ancestrales desordenadas, la aceptación histórica por imperativos de fuerzas e implantación de doctrinas religiosas caducas, caciquismos locales de distintos signos, la mala redistribución de las riquezas, la decadente racionalización y desorganización productiva y la falta de voluntad unitaria, reflexiva y solidaria como pueblo, nos han llevados a no saber discernir, conceptos libres, responsables y humanamente democráticos.
Agravados por conductas de castas de dirigentes políticos y religiosos, perversos, embaucadores, vividores, oportunistas y reaccionariamente incultos y corruptos. La prudencia, justicia, fortaleza y templanza, han brillado por su ausencia en buena parte de nuestra historia pasada y contemporánea.
En síntesis, o cambiamos la mentalidad, o nos las impondrán y cambiaran, otras culturas, fuerzas y elementos externos, por la inercia de un mundo cambiante, comprometidos con las leyes del libre comercio, los intercambios, las nuevas tecnologías, y la arbitraria intervención que los mercados imponen, nos gusten o no nos gusten.
Por tanto, la globalización es una realidad irrefutable e irrechazable, que debemos mejorar para adaptarnos, a la creciente demografía, que la evolución de la especie requiere, implantando un nuevo orden más racional, justo, ecuánime y equitativo, que la condición humana universal debe preservar, en favor de la no desaparición de nuestra especie, y por la conservación del planeta Tierra.
Libertché