Andrew Sheng, Project Syndicate
En marzo de 2011, las catástrofes del terremoto, el tsunami y el desastre nuclear que se abatieron sobre Japón detuvieron la producción de componentes clave para muchas cadenas mundiales de suministro. La repentina interrupción en el flujo de esos materiales esenciales para el proceso productivo obligó a reevaluar la forma en que funcionan esas cadenas de distribución. Pero esas vulnerabilidades no están confinadas al sector manufacturero. También la industria financiera ha casi sufrido recientemente el colapso de su propia «cadena de suministro».
La caída de Lehman Brothers en 2008 no solo enturbió los mercados financieros globales, sino que además prácticamente paralizó el comercio mundial cuando los bancos mayoristas se rehusaron a financiarse entre sí por miedo a la quiebra de sus contrapartes. El sencillo sistema bancario del pasado, basado en la concentración de los ahorros minoristas para financiar necesidades crediticias, ha evolucionado hacia una cadena de distribución extremadamente compleja –y global– con riesgos de interrupciones interrelacionadas comparables a las ocurridas en Japón durante la primavera pasada.
Las cadenas financieras de abastecimiento y las del sector manufacturero comparten tres características clave –su arquitectura, sus mecanismos de retroalimentación y sus procesos. Su robustez y eficiencia dependen de la interacción de esos componentes.
En la arquitectura financiera actual, como sucede con otras cadenas de suministro, las redes interdependientes tienden a concentrarse en poderosos núcleos. Por ejemplo, tan solo dos centros financieros, Londres y Nueva York, dominan las finanzas internacionales, y son 22 participantes quienes realizan el 90% de todos los intercambios mundiales de divisas. Esta concentración es muy eficiente, pero también genera mayores riesgos sistémicos: si el nodo líder falla, el sistema entero puede caer.
Los mecanismos abiertos de retroalimentación garantizan la capacidad de la cadena de suministro para responder a un entorno cambiante, pero, en el caso de las cadenas financieras de distribución, los mecanismos de retroalimentación pueden amplificar los problemas hasta que el sistema completo falle. El colapso de Lehman Brothers disparó una explosión de ese tipo. El sistema financiero solo pudo salvarse gracias a los rescates gubernamentales.
Finalmente, los procesos dentro de las cadenas de aprovisionamiento y las interacciones de retroalimentación entre ellos, pueden lograr que el sistema sea mayor o menor que la suma de sus partes. Como una red completa incluye vinculaciones entre muchas subredes, las ineficiencias o debilidades individuales pueden incidir sobre la factibilidad del conjunto.
Al igual que las cadenas manufactureras de abastecimiento luego de los problemas en Japón, las cadenas financieras de suministro enfrentan presiones formidables para su reestructuración y adaptación a medida que la economía global se inclina hacia los mercados emergentes. A medida que eso ocurre, miles de millones de consumidores ingresarán a las clases medias de esos países, nuevas redes sociales evolucionarán, y el cambio climático ganará incidencia en el comercio internacional.
Además, las importantes reformas en la normativa imponen nuevos y mayores costos sobre el sector financiero. Los bancos y otras instituciones también se encuentran bajo presión para diseñar nuevos productos financieros que puedan ayudar al sector real a administrar riesgos más complejos y permitan inversiones en áreas como las tecnologías verdes y la infraestructura para las economías en desarrollo.
Además, la estabilidad financiera mundial ahora depende de una mayor cooperación internacional y la presión para el cumplimiento de las normas nacionales ha recrudecido. También resulta claro que los mercados emergentes están buscando modelos de crecimiento alternativos, ecológicos y sostenibles. Sus sectores financieros tendrán que funcionar de manera muy distinta a la del modelo actual, cuyo motor es el consumo.
En un mundo en que tanto el consumo como las finanzas deben crecer más lentamente para sobrellevar las restricciones globales ambientales y de recursos, ¿qué papel pueden desempeñar las finanzas para reducir el consumo adictivo, alimentado por un apalancamiento insostenible? Y, dado que las instituciones financieras tendrán que controlar y administrar el riesgo en una forma radicalmente distinta, tanto en forma interna como para sus clientes, ¿cuál es el rol de la distribución en un mundo en que el consumo, el ahorro y la inversión aumentarán su volatilidad?
La «producción» financiera es actualmente un proceso impuesto de arriba hacia abajo. Los instrumentos se diseñan en forma tal que su venta genera más beneficios para los ingenieros financieros que para los usuarios finales. Pero el crecimiento de las redes sociales interactivas ha inyectado un enfoque un poco más democrático a la innovación financiera. Millones de clientes bancarios con teléfonos móviles pueden proporcionar información inmediata sobre los productos y servicios que les gustan, y los que no. En el futuro, los sistemas de servicios a clientes y de gestión de transacciones recibirán más información de los usuarios con mayor frecuencia, así el diseño de los productos será más interactivo.
La estrategia actual en el sector financiero impulsa una competencia excesiva ya que la participación en el mercado se da a expensas de los rivales, a menudo minando la confianza de los clientes para obtener ganancias en el corto plazo. Sin embargo, el sector financiero, en épocas anteriores, ha demostrado que puede funcionar como un bien público y ofrecer servicios eficientes y dignos de confianza. Las cadenas exitosas de abastecimiento financiero en el futuro infundirán confianza en su oferta de servicios seguros, estables y eficientes a la mayor cantidad de clientes posible.
La innovación durante el último siglo se centró en los procesos, productos y servicios. Hoy, el sector financiero necesita una innovación de mayor magnitud, que incorpore modelos de negocios, estrategias y enfoques de gestión para recuperar la confianza en las finanzas. Así como Steve Jobs en Apple transformó la industria informática a través de productos con estilo y servicios altamente confiables, fáciles de usar y «con onda», las instituciones financieras tendrán que introducir nuevas cadenas de valor que generen confianza, adaptándose a las crecientes necesidades de los mercados.
Dados esos cambios profundos, los líderes financieros deberían pensar sobre cómo orquestar una nueva cadena financiera de suministro, la nueva «aplicación revolucionaria» para este joven siglo.Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización