Algo hacemos mal con la Copa. No debería ser noticia que haya buenos equipos que caigan, que haya eliminatorias abiertas o que haya partidos emocionantes. Seguramente, por tradición y poso histórico, no podemos medir nuestra Copa igual que los ingleses. Pero ni tanto ni tan calvo. El trofeo nacional primogénito merece una mejor consideración, otro funcionamiento, una nueva puesta en escena y más trascendencia.
Potenciemos los torneos nacionales si queremos sostener la identidad de nuestro fútbol. Más allá de los millones de euros de la Champions, de la fanfarria, del ruido de los clásicos y de las listas de la Roja, malvive nuestra Copa, siendo, por definición, el título más abierto y democrático de nuestro fútbol.
A bote pronto, se me ocurren cuatro posibles ideas para conseguirlo:
1) Eliminatorias a partido único en casa del débil.
2) Mayor y mejor difusión mediática de los partidos.
3) Concentrar, en la medida de lo posible, las rondas coperas, con el fin de intensificar la disputa del torneo.
4) Otorgar billete para la previa de Champions al ganador, reduciendo a tres los equipos clasificados en Liga.